
Llevé a Torrio y a Frankie al restaurante de Colismo, pegado casi a Brooklyn. Esperamos un momento en el coche, yo era el que conducía. Allí detrás estaban cargando las armas. Entonces me miraron y me volteé para recibir órdenes.
-Yo acompañaré a Johnny mientras tu esperas fuera, encárgate de que si hay secuaces de Big Jim, detrás del restaurante cuando él venga no den problemas. Toma y ya sabes que tienes que hacer-me dijo dándome una pistola.
Me bajé del coche y encendí un cigarro apoyándome un rato en el coche, para evitar levantar sospechas. Luego, entre por el callejón que daba a la parte trasera del restaurante. Lancé el cigarro lejos y me hundí en mi abrigo, levantándome las solapas para evitar que algún testigo pudiera reconocerme.
Allí atrás estaba uno de los camareros del restaurante fumando. Me metí la mano detrás del abrigo y cogí mi arma. Cuando estuve lo bastante cerca, le apunté y le eché contra la pared, tapándole la boca.
-Ahora vas a estar calladito y me vas a escuchar, ¿eh?-dije entre dientes, con gesto amenazante- Vas a abrirme la puerta trasera y me dirás donde están los baños, prometo dejarte buena recompensa si pones resistencia o sino, a partir de ahora te dolerán tanto los pies que no volverás a caminar …
Dirigí la pistola justo en dirección hacia sus pies y asustado, accedió asintiendo con la cabeza compulsivamente. Le solté y el abrió la mano como pidiéndome el dinero antes.
-¿Es que no me has oído bien?-dije, poniendo en el punto de mira esta vez sus partes masculinas.
-Esta bien, pero sé rápido, si me pillan, me cortan el cuello-dijo, cogiendo las llaves nerviosamente y abriendo la puerta.
-Más vas a perder como no colabores-dije colocándome detrás suya.
Nada más entrar, corrí hacia los baños. Me metí en uno de los individuales, cerré la puerta y eché una meada para hacerlo todo menos sospechoso. Tiré de la cadena y saqué el arma que me entregó antes Yale, colocándola detrás de water, justo en el suelo. Luego salí y me lavé las manos, mirando a mi alrededor por si había algo sospechoso.
Me volví a encontrar con el camarero en la puerta y le entregué un bajo de billetes de dólar. Salí caminando tranquilo, pues una de las partes más delicadas del plan ya estaba echa y justo a tiempo.
Cuando llegué al coche, abrí la puerta a Yale y Torrio y éstos entraron al restaurante. Cogí otro maldito cigarro y esperé de pie enfrente del coche, esperando la llegada de Colosimo. No tardó en llegar. El muy hortera iba todo de blanco, llamando la atención como si se creyese el rey del mundo.
Apoyado en el coche, observé por las ventanas cada movimiento que hacían. Primeramente, se saludaron entre abrazos y palmaditas en la espalda, como unos jodidos hipócritas. Luego se sentaron y pidieron algo de comer. En todo el tiempo que transcurrió, por lo menos me fumé casi 10 cigarros y poco a poco el aburrimiento se fue apoderando de mí.
Entonces, Yale se levantó del asiento, de seguras para ir al baño. Entonces, sabía que el momento estaba a punto de llegar. Me dirigí al callejón, seguro que habría refuerzos allí detrás. Me metí la mano en el interior del abrigo, dispuesta a sacar el arma. Me situé en una esquina y pude ver como un par estaban justo en la puerta trasera, fumando y bromeando como imbéciles.
Suspiré hondo y volví la mirada de nuevo al muro de ladrillo que tenía enfrente, concentrado para escuchar los primeros tiros. Uno, dos, tres … Bang … Salté antes de que se metieran en el establecimiento y al compás de los demás disparos les metí plomo en el cuerpo a aquel par de capullos.
Salí corriendo al coche y comencé a arrancarlo. Yale y Torrio se metieron echando leches dentro. La policía no tardaría en llegar.
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