Era verano. La brisa cálida acariciaba mi rostro. Los campos se volvía resecos y los granjeros recogían la paja. Las chicharras gemían como nunca. Andaba por la calles aburrida, con unas ramas secas en la mano, jugando a golpear cualquier cosa que sobresaliera del camino.
Entonces los vi, aquellos ojos, brillando a la luz de aquel cegante sol … Me acerqué en principio por curiosidad, luego me quedé por pura atracción magnetica. Él estaba sentado en el porche, leyendo un periódico, con un sombrero de paja puesto, a la sombra. Era de las pocas almas que se dejaban ver aquellas horas de siesta.
Me acerqué a él, con gesto serio … Tendría catorce años. Pero seguía vistiendo de niña, por contradecir a mi madre. Me gustaba provocar. Llevaba una especie de baby que me llegaba poco más por debajo de las nalgas, unas chanclas y mi corte de pelo, con una flor seca detrás de la oreja. Me la quité de la cabeza y la lancé lejos, esperando su reacción.
-¿Por qué te la quitas? Te quedaba muy bonita …-me dijo, levantando levemente la mirada del periódico.
-Porque es rídicula … Ya no me queda bien …
-Es lo que tiene la naturaleza … Que se marchita …
-Como las personas …
-Pero aún eres joven, no pienses en la vejez.
-Tú si que eres viejo.
-Sí, más de lo que desearía …¿Qué haces andando por la calles a estas horas? ¿Con este calor?
-Nada, pasear … Igual que tú lees aquí afuera.
-Adentró hace más calor aún.
-Por eso yo también estoy fuera.
Nos miramos detenidamente. Un viento, leve y casi imperceptible, nos acarició la piel, dando un leve respiro a nuestros poros, que sudaban de calor. Me acerqué más a él. Subí las escalerillas y me senté a su lado. El asiento comenzó a balancearse con suavidad, mientras yo balanceaba mis pies. Él, dejó el periódico en su regazo, aún agarrándolo, y me miró. Yo también le correspondí.
-¿Eres así de confiada con todo el mundo? Se te tiene por muy arisca en todo el pueblo.
-Solo con la gente que califico como interesante … Me gustas, eres mayor y maduro.
-No creas …-rió divertido- lo de mayor es cierto, pero no son tan maduro como persona.
-Eres demasiado humilde, deberías creértelo más.
-Yo no tengo que creerme nada.
Le estaba poniendo a prueba. Le puse una mano en el regazo y él me la apartó enseguida con cierto nerviosismo. Le volví a mirar seria.
-Se que te gusto, no te reprimas … Se lo que es el amor físico.
-Eso no es amr ni tampoco está bien.
-¿Quién es nadie para juzgar?-le tomé la mano y le hice levantarse.
-¿Adonde me llevas?
-Donde nos guién nuestros instintos …
Caminamos buen rato, pegada a él para que no se diese cuenta de mis intenciones y se echase para atrás. Le llevé a un campo de cebada, donde el viento hacia danzar de un lado a otro las ramitas de color dorado, mientras el sol brillaba y nos hacía entrecerrar los ojos molestos.
Me tumbé bocarriba y extendí los brazos, para que hiciera lo mismo que yo, con los ojos cerrados por la intensidad luminosa del sol. Noté su calor junto al mío, allí, al lado mío. Giré la cabeza para toparme de nuevo con sus ojos. Allí nos quedamos mirándonos, fijamente, acariciándonos con la mirada, sintiendo la necesidad de sacar nuestra lujuria fuera.
-No es el momento aún …-dije.
-¿Entonces cuando?
-Cuando me demuestres que te merezco …-le dije, recostándome hacia un lado, y besandole en una barbuda mejilla.
miércoles, 18 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario