miércoles, 4 de febrero de 2009

Gran Bohemian Hotel: Ada Swarty

Ante aquellas palabras, Al me agarró fuerte de la muñeca, antes de que pudiera escapar. Sus ojos me daban miedo, estaban desorbitados, con sus gruesas cejas entrejuntadas, dándole un aspecto horriblemente temible. Tragué saliva y le miré con ojos miedosos, tenía ganas en ese momento de gritar y llorar, pedir ayuda a voces. No quería quedarme con aquel psicópata ni un momento más.

-¿Qué dijiste?-dijo, poniéndome la cara desde muy de cerca.

-No quiero volver a saber de ti …-cerré los ojos fuertemente, hundiéndome en mis hombros, como un niño cuando espera que le den una buena cachetada, intentando que el dolor sea el mínimo.

Me cogió por ambos brazos y me estampó contra la pared, allí me elevó unos metros del suelo y me zarandeó con fuerza, intentando hacerme entrar en razón. Apreté la boca para evitar emitir sonido alguno, con los ojos aun cerrados con fuerza.

-¡¿Cómo te atreves a decirme eso cuando te he salvado la vida? Ese tío podría haberte hecho cualquier cosa, nunca hay que fiarse de un tío que te droga!-me gritó furioso, casi escupiéndome al soltar las palabras de su boca.

-¡Ya basta, Al!¡Déjame marchar por favor, así no te daré más problemas!

Paró de moverme con brusquedad, entonces, me dejó con delicadeza y me tomó con las dos manos el rostro, obligándome a mirarle a sus ojos claros. Su expresión se tornó seria y más pacífica.

-Cuando uno entabla relaciones con gente como yo … Nunca puede salir o abandonar …-me dijo, con un cierto tono de amenaza y serenidad en la voz, dándome unas ligeras palmaditas en una de mis mejillas.

Me quedé hipnotizada y con horror observé la cicatriz, un sentimiento frío y miserable me recorrió la espina dorsal de arriba a bajo. Suspiré temerosa y me fui deslizando poco a poco por la pared, alejándome de su presencia, escurriéndome de la miseria que envolvía aquel lugar, de huir como una cobarde, dejando atrás aquella horrible y macabra escena, un amor perdido en el tiempo que parecía florecer … Una sentencia de muerte que acababa de comprender …

Bajé a tropezones, temblorosa y sin a penas fuerza en las piernas, sollozando, conteniendo el llanto, con la congoja entre metida en el pecho. Cegada por las lagrimas que aún no se decidían a caer de mis ojos y me nublaban la vista. Todo era borroso, no solo la realidad, sino mis propios sentimientos … Caí como una tonta …

Una mano amable en tanta hostilidad me ayudó a incorporarme y finalmente las lagrimas resbalaron por mi mejillas, permitiendo ver un poco mejor. Alcé la vista un rostro maduro me sonreía amablemente. Yo también le correspondí por cortesía y debilidad.

-¿Qué le pasa a una belleza como tú?-me dijo, atrayéndome contra él.

-Nada, simplemente me pican los ojos … Disculpe pero tengo que marchar …-intenté escaparme pero su mano me agarró fuertemente la mía.

-¿Tendremos alguna ocasión para volvernos a encontrar?

-Eso no depende de nosotros … Me soltó y me alejé mirándole a la cara como si me sonase de algo, como si le hubiese visto antes, justo al entrar Al y los demás italianos en el despacho de Flynn … Por cierto, ¿qué había sido de él?

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