
Aquella mañana, recibí una paquete y me quedé extrañada y asustada en un principio. Lo recogí y antes de que el mensajero me pidiera la propina le cerré la puerta en las narices. No tenía dinero ni para mí, lo iba a tener para él.
Mientras aquel miserable me golpeaba la puerta para recibir su recompensa, me dirigí a la cama y dejé el paquete encima. Me percaté de que no había remitente y me comencé a preocupar y emparanoiar. Lo abrí con la agonía oprimiéndome el pecho y pensando lo peor. Entonces, saqué poco a poco una especie de ropa envuelta en papel de seda morado, y ante mis ojos fue rebelándose ante mí como si fuera una virgen, un vestido de satén color crema brillante, de tirantes, con escote y de falda vaporosa.
Me quedé maravillada contemplando aquella maravilla. Debajo, también había unos zapatos del mismo material y color a juego con el vestido, con una tira para encima del empeine. Los cogí entusiasmada sin preguntarme si quiere quien me mandaría algo así.
Me dirigí hacía el espejo y dejé el vestido en la silla doblado con cuidado y los zapatos al lado, mientras me deshacía de mi bata y del camisón de dormir. Quedé desnuda y me deslicé por el interior del vestido, me coloqué los zapatos y comencé a mirarme en el espejo maravillada con el aspecto tan dulce que me daba aquel color. Di vueltas para ver como la falda volaba, imaginándome bailando en aquella fiesta como si fuera una cenicienta moderna.
Me quedé parada enfrente de la cama, observando con incertidumbre aquel paquete abierto y me volví a hundir en un mar de dudas e incertidumbres. Me acerqué temerosa y dudosa, con paso lento, como si de la caja fuera a salir un monstruo o un tigre para devorarme.
En interior yacía un sobre blanco. Lo cogí con desconfianza y saqué de él una nota breve:
"Tómatelo como un regalo de mi parte, quiero que vayas radiante a la fiesta y seas el centro de atención de todas las miradas, mi pequeña estrella.
Al "
Me sonreí a mi misma y miré hacia el reloj. Faltaban a penas unas horas para que empezara la inauguración. Me lo tomé con calma y calculé el tiempo que me llevaría arreglarme. Aún no había desayunado, así que fue lo primero que fui a quitar de mi lista de asuntos pendiente del día.
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