miércoles, 18 de febrero de 2009

Canadá: Al Capone

Cristina me pidió que le acompañase al centro de la ciudad para ir a comprar los regalos de navidad. Acepté, pués lo consideré una buena oportunidad para comprar algo a Mae y a Sonny, como recuerdo de viaje y algún juguete. También me acordé que dentro de poco sería acción de gracias, una estúpida costumbre americana pero que a Mae le traía loca … Ya me estaba agobiando sin siquiera haber yha vuelto al hogar.

Iba muy animada e inocente agarrada de mi brazo, mientras yo iba cargando con algunos regalos. Hacía frío y aunque había dejado de nevar, pero uno podía sentirse congelado con solo posar un pie en la acera. Paramos frente un escaparete, una especie de joyería, justo en el centro de la ciudad, una de las más caras. Cris se pegó como lapa al cristal, mirando como una chiquilla entusiasmada aquellos brillantes diamantes y demás piecras preciosas.

-¡Oh!-dijo, bajando la cabeza triste- Ojalá pudiera probarse si quiera alguna joya de esas …

Se dio la vuelta y la miré con seriedad. Ella me sonrió y se volvió a enganchar de mi brazo.

-¿Por qué me miras tan serio?

-Si quieres, podemos entrar y escoger la quieras … Deja que eso corra de mi cuenta …

-¿Cómo? ¡Estás loco! Es muy caro, no tienes por qué molestarte … Además, bastante me estás aguantando iendo de compras conmigo …

-No, en serio … Quiero hacerte un regalo … Vamos entra, escoje la que quieras y no pienses en el precio …-dije, empujándola hacia la puerta de entrada.

Ella parecía resistirse a causa de la timidez. Pero la agarré con delicadeza de la cintura y la llevé con suavidaz hacia dentro. Temblaba la pobre de arribabajo. Entramos, mientras el agradable y cálido ambiente del interior nos hacía olvidar sobre el frío que hacía afuera. Enseguida nos atendieron.

Estuvimos un buen rato a Cris se decidiera, en parte porque había tanta variedad y ella estaba tan cortada que al final tuve que intervenir un poco molesto, disimulando un poco, eso sí. AL final, le compré un conjunto de pendientes y una pulsera de oro blanco. No quería llevarlo puesto y se abrazaba completament ilusionada a la bolsa donde estaba las dos cajas.

-De verdad Al, muchas gracias, nunca nadie había hecho esto por mí … Me da rabia no poder recompensarte de la misma manera …

-Tranquila, el dinero no lo es todo …-mentí.

Sus preciosos ojos miel me miraron brillantes, al borde de derramar unas cuantas lágrimas debido a la emoción. La acerqué hacia mí y la di un cálido abrazo, acariciando la espalada tapada por el abrigo de piel. Noté como su cabecita se acurrucaba en mi pecho. En esos momentos, una bestia me invadió por dentro, pero me contuve. Era solo un niña, no podía hacerla eso …

Caminamos abrazados, como si fuéramos novios hacia la casa. En la entrada justo, nos miramos el uno al otro y ella se puse de puntillas, agarrándose fuertemente a mis hombros.

-Eres tan hermoso y bueno …-me dijo, con los labios húmedos- Con esos ojos, tan azules y preciosos … Con esas pestañas tan oscuras …

A penas la escuchaba y a penas ella decía algo. Nos mirábamos hipnotizados a los ojos, hasta que nuestras bocas se atrayeron como dos imanes. La agarré fuerte de la cintura, la acerqué más contra mí. Era tan pequeña … Como Ada. Me separé bruscamente de ella, sintiéndome un miserable.

-No, esto no está bien, Cris …-dije completamente avergonzado.

-¿Por qué?- me acariciaba dulce el rostro con sus dedos enguantados.

-Estoy casado y tú eres demasiado joven … No quiero hacerte daño …

-Pero si eres un cielo …¿Cómo podrías hacerme algo a mí?

Me quedé mirando al suelo, pensando. No debía haberla regalado nada. Se estaba creando falsas ilusiones entorno a un miserable como yo … No, ella no, no se merecía todo esto.

-Mañana volveré a New York … Es mejor que te vayas haciendo la idea de que nunca volverás a verme.

La aparté de mí, mostrando indiferencia y entré en la casa. Ella se quedó un momento, mirándome desde el umbral de la puerta, a punto de llorar. La ignoré y dejé las bolsas en el suelo del recibidor y me quité las ropas de abrigo. Entró y subió a toda velocidad las ecaleras.

Subí a mi cuarto y me tumbé bocarriba en la cama. Estaba agotado, quería ya volver a casa, a la tranquilidad del hogar … En una buena temporada me quitaría de golfería, por mi salud mental más que nada … Me quedé dormido.

Al despertar, lo único que vi fue el rostro de Cristina. Me levanté aturdido y la miré preguntándola que qué hacía, que si no le había dejado las cosas bastante claras antes.

-Por lo menos … Déjame despedirme de ti …-dijo, acariciando mi pecho y acercándo su rostro al mío.

-No espera …-pero mis palabras se las comió su boca.

Se me abalanzó como una fiera encima mía, agarrándome fuertemente de las ropas, mientras yo intentaba deshacerme de ella. Pero la resistencia que puse no duró mucho tiempo. La cogí y la lancé contra la cama, pegando mi cuerpo encima mía y descubriendo con las manos sus tiernas e infantiles formas.

Fui dulce, conteniendo mi pasión desenfrenada, no quería hacerla daño … Solo quería que tuviese un buen recuerdo de todo aquello. Bajé mi mano suavemente y le acaricié los muslos, metiéndo disimuladamente mi mano entre ellos, con cuidado de que no se asustara, pero enseguida se le saltó la alarma.

-No …-murmuró.

-Tranquila … Solo quiero que dsifrutes …-la dije para tranquilizarla y mordiéndola el labio inferior.

Su respiración era agitada y hacía que su pecho chocase alocadamente con el mío. Aquello me excitaba y, aunque juntó las piernas, pude hacerme hueco entre su blanda carne … La acaricié el sexo, delicadamente, antes de poder masturbarla. Bajé mi boca hasta su cuello, sabía que eso volvía loca a las mujeres. Nos separamos un momento y nos miramos fijamente a los ojos …

-Hazme tuya …-me dijo, mirándome a los ojos con un millón de luces que no puede descifrar.

La inroduje un dedo … Después dos … Sus ojos se entrecerraban, pero aún seguían abiertos. Nuestros labios se rozaban, nuestras salibas se entremezclaban … Podía notar perfectamente el latir alborotado contra mi piel, quemándome a cada latido … Me introduje en ella … Noté como las paredes de su vagina se cerraban a mi paso. Estaba un poco seco, así con unos dedos, la masajeé el clítoris para que se relajase.

Sus ojos se cerraron, apretándose en ellos mismos … Yo la besaba, la acariciaba los cabellos para que se calmase … Me miraba con lágrimas en los ojos … Era tan enternecedor … Sabía que aunque me moviese lento la seguiría doliendo, pero también era hombre y el sentir aquello tan justo allí abajo, me excitaba …

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