Jimmy y yo después del percance, decidimos salir del restaurante. Yo me quedé fuera mientras él pagaba la cuenta. No tenía ganas de verle la cara a ese cerdo, con la mirada burlona que me dirigió cuanto salía tomar mi abrigo.
-Siento que al final la cita no saliese tan bien como esperaba …-dije él a modo de disculpa.
-No te preocupes, para mí si que mereció la pena …-le guiñé un ojo y le toqué la punta de la nariz con un dedo.
Nos reímos cuando sin previo aviso, una cortina de lluvia fina comenzó a caer. Miramos hacia arriba y nos comenzamos a reír como tontos, poniendo las palmas hacia arriba y comprobando que si, estaba cayendo una buena. Por un momento me quedé allí parada bajo la lluvia mientras él se cubría el rostro con las solapas del abrigo y me miraba bajo su sombrero.
Incliné la cabeza hacia atrás y abrí la boca, para poder saborear aquella lluvia fría, que se chocaba contra mis párpados como si fueran piedrecillas caídas del cielo. Comencé a girar sobre mí misma, dejando que mi falda flotase en el aire a su antojo, dejando que la lluvia me calase por dentro de las ropas y el gélido tacto de mi cuerpo tibia con el agua otoñal.
Entonces en una de esos giros, me agarró de la mano para acercarme contra él. Me quedé completamente pegada a su pecho, mirándole desde mi pequeña altura. El agua le caía por la solapa del sombrero como si fueran pequeñas cascadas. Me puse un poco más de puntillas, para alcanzar a rozar sus labios cuando se brazos me rodearon la cintura y me dieron el estirón definitivo para poder colgarme de su cuello, saboreando su boca.
Parecía que no hubiésemos besado por mucho tiempo. Me aferraba a sus cabellos de la nuca, nuestros rostros no podían estar más pegados el uno al otro, daba la impresión desde fuera que íbamos a fundir nuestras cabezas en solo una. A penas notábamos como la lluvia nos estaba dejando completamente calados.
Abrí los ojos repentinamente a la vez que y nos miramos, mientras nuestras bocas seguían unidas y nuestras lenguas entrelazadas. Sus ojos claros me miraban brillando como estrellas. Nos separamos finalmente y entonces, sin mediar palabra, corrimos al coche bajo la lluvia. Cuando entramos en el coche, volvimos a abalanzarnos el uno contra el otro. Los cristales comenzaron a empañarse, como si fuera una cortina semitransparente que dejaba pasar la luz del alumbrado pero que a la vez nos daba la intimidad necesaria para meternos manos sin ser observados.
Estábamos completamente húmedos, la ropa mojada se nos pegaba a los cuerpos y teníamos que arrancárnosla para poder quitárnosla de encima. Nuestras cabezas se movían frenéticamente mientras nos acariciábamos, nos arañábamos la piel, nos mordíamos el cuello como vampiros, lamíamos el hueco de la clavícula, succionábamos los lóbulos de la oreja, recorríamos con los labios el rostro …
Me senté en un rápido movimiento encima de él, solo tenía puestas las medias que me llegaban por la mitad de los muslos, mientras el yacía sobre el asiento del conductor con los pantalones bajado y con el torso descubierto. Cogí con mis dos manos su rostro para guiarlo directamente a mis senos, que esperaban punzantes que su boca los abarcase, que los chupara, que los saboreara … Su cálida lengua los excitaba aún más cuando comenzó a hacerles círculos alrededor del pezón mientras yo restregaba mi clítoris a lo largo de su erecto miembro.
Cuando la lujuria me cegaba por completo, le agarré el pene con una mano y lo guié hacia la entrada de mi vagina, no sin antes acariciar los labios con el húmedo glande. Bajé poco a poco, abriendo mi interior como el despertar de una flor, abarcando hasta la mayor profundidad … Un gemido entrecortado salía de nuestras bocas, deleitándonos en aquel dulce momento, tan corto pero tan intenso, donde yo podía notar perfectamente todo su esplendoroso grosor.
Me agarré a sus hombros, inclinando la cabeza hacia atrás mientras mis caderas comenzaban a marcar un ritmo y el masajeaba mis pechos, mordiéndose los labios para evitar que cualquier que gemido propio le pudiese distraer de su tarea de aguantar.
Lo notaba, estaba dentro mío, acariciándome de manera sucia y placentera … Para cuando me excité por completo, el diablo se apoderó de mi cuerpo mientras mi espíritu vagaba extasiado dentro de mí … Las caderas dejaron de deslizarse sobre él y pasaron a subir de arriba a bajo, saltando lo justo, haciendo chocar mis nalgas contra sus muslos.
Podía escucharle jadear, le veía los ojos cerrados, apretados fuertemente … Después, un flash blanco y mi cabeza callo sobre su hombro, cogiendo aire como si estuviera punto de morir. Me volví a incorporar y le vi aquella cara de satisfacción, completamente agotado aunque no hubiese tenido un papel activo en el acto en sí. Ahora si que tenía calor y comencé a abanicarme con la mano.
Me quité el sudor de la frente y alcancé mis cosas, que andaban por entre el suelo y la parte trasera del coche. Busqué en mi bolsito y pañuelo, para limpiarme antes de que los pusiera todo perdido.
-¿Te apetece quedarte a dormir esta noche en mi casa?-le dije, con la cabeza recostada en el cabecero del asiento, sonriéndole y apartándole un mechón de la frente.
Volteó su rostro hacia mí y me contestó, con una sonrisa pícara:
-Ahora te enseñaré a ti lo que es bueno …
domingo, 8 de febrero de 2009
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