lunes, 16 de marzo de 2009

Gran Bohemian Hotel: Al Capone


Me quedé sentado al borde de la cama hasta que terminé el cigarro. Loolah dormía cual angelito. La acaricié la espalda, recorriéndola entira y ella se movió, sin abrir los ojos, remolona en su posición. Me levanté y me puse solo los pantalones. Cerré la ventana para que no cogiera frío y me puse la camisa sin abrochar.

Necesitaba tomar el fresco un rato antes de volver. Cogí las llaves para que al entrar de nuevo no tuviera que despertarla a base de mamporros en la puerta. Cerré lentamente sin hacer a penas ruido y me quedé un rato embobado mirando al tirador de la puerta. Entonces, salí de mi ensoñación al escuchar el ruido de otra puerta que se cerraba.

Miré y vi como una figura salía desde el fondo del pasillo. Se balanceaba de un lado a otro pero a penas podía distinguir quién era. Me di la vuelta indiferente para dirigirme a las escaleras de emergencias para subir hacia la azotea. Pero entonces, a voz de Ada pronunciando mi nombre me paró en seco en mi andar. Me giré lentamente y ahora si que la pude reconocer. Llevaba una rosa detrás de la oreja y en una mano sotenía una botella medio empezada de champagne.

-¿Al?¿Eres tú? …-dijo arrastrando las palabras, medio borracha.

Me giré un poco desganado y cabreado, mirándola serio y con las manos en los bolsillos.

-Me resulta increíble que me reconocieras llevando la corgorza que tienes encima …-comenté molesto.

-Puto borde …-refunfuñó- ¿Qué haces tú aquí?

-Eso mismo te pregunto …

-No, te he preguntado yo primero …-dijo, alzando la mano donde llevaba la copa para señalarme- ¿Es que acaso me sigues a todas partes?

-Eso mismo me pregunto yo …-dije sonriendo irónicamente.

-¡Ay ya, para de responderme así!

-Y tú deja de beber … O mañana perderás el vuelo …-dije, furioso y arrancándola la botella de las manos.

-¡¿Por qué me quitaste la botella?!-dijo alterada, dándome inútiles golpes en el pecho.

-Ada, estás demasiado bebida, mi amor … Déjame que te acompañe de nuevo a tu cuarto … Te vendrá bien descansar un rato …

-¡No!-gritó completamente borracha- ¡Yo quiero más marcha!¡Voy a por más bebidas! Keith debe estar esperándome …-dijo, intentando huir de mis brazos.

-¿Quién ese?- la tomé de los hombres firmes, sitiéndome un gran cornudo-¿Acaso es ese gorila con el que te fuíste del Cotton?

Se quedó callada un momento, sumida en sus pensamientos. La alcancé la rosa que llevaba enredada en el pelo. La olí levemente y después la eché un vistazo con desprecio.

-¿Te ha regalado un rosa?-dijo en un tono de burla- Qué romántico …

-Ya basta, Al … Tú eres menos que nadie para recriminarme nada …Si no …¿qué haces en un hotel semidesnudo a estas horas de la noche? Dime, ¿quién es la furcia con la que andas? ¿Alguna bailarina del Cotton?

-Qué va … Una mujer extraordinaria con la que me topé allí … Es toda un experiencia … Yo no me ando con putas como hace el armario con el que estás …

Agarró fuerte por el tallo de la rosa con rabia e intentó arrancármelo. Pegó un tirón y se rasgó con las espinas la palma de las manos, comenzando a echar chorros de sangre incesantemente. Me miró asustada y yo por un momento temí por ella … Pero pronto se me pasó, cuando volví a posar de nuevo los ojos sobre la sangre escarlata, que brillaba con las luces del pasillo con un brillo extraño. Se me cruzaron los cables.

La agarré por la muñeca con fuerza, apretando los dientes hasta hacerlos chirriar. Posé la flor sobre su palma y con la otra libre, cerré los dedos entorno y apreté con más fuerza que la empleada en la muñeca. Ella comenzó a abrir aún más la boca y un grito sordo y continuo se escapaba de su garganta.

Me sentía completamente invadido por la ira, excitado con la sangre que resbalaba por su brazo y su cara de dolor. Ahora gritaba, gritaba sonoramente. Me llevé su mano sangrante hacia el pecho, mientras nos mirábamos, intercambiando miradas de odio y amor. Me arañé con algunas espinas, pero nada tan grave en comparación con lo que le estaba haciendo a Ada.

Un hombre salió en albornoz de la habitación del fondo de donde antes salió Ada, corriendo en cuanto nos vió. La solté y ella se hechó hacia atrás, apoyándose contra la pared y agarrándose horrorizada la muñeca, mientras contempleba las heridas y las espinas clavadas. La rosa cayó al suelo, desparramándose alguno de los pétalos, mientras en la alfombras roja se comenzaba a formar un charquito de color más oscuro.

-¡¿Qué la has hecho maldito hijo de puta..?!- dijo el gigantón, dirigiéndose hacia mía con rabia y dispuesto a pelear … Pero yo no me dejaría ganar tan fácilmente …

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