
-Mi nombre es Alphonse Capone, pero me puedes llamar Al …-me miraba embobada y con una sonrisa iluminando su bello rostro.
-Un placer … El mío es Tallulah McPherson … Pero también me puedes llamar Loola …-su voz sonó irresistiblemente seductora, y nos quedamos por un instante mirándonos como animales en pleno cortejo- Italiano, ¿cierto?
-Sí, más o menos … Bueno yo nací acá, pero mis genes son cien por cien italianos …
-Me sorprende, tiene unos ojos muy claros … Y bonitos.
-Gracias …Me va hacer sonrojar, a un hombre como yo …-dije en tono de broma.
-¡Ja, no me lo creo! Usted tiene pinta de ser más macho que ninguno de los hombres que aquí se encuentran …-me tocó la solapa de la chaqueta y me sonrió. El barman nos sirvió las bebidas y yo le acerqué la suya- Gracias …-me miraba con ojos brillante mientras provaba de su copa.
-Y usted …¿Qué me cuenta? ¿Qué hace una señorita tan elegante como usted metida en este antro de putas?
-Es una historia muy larga …-sus ojos bajaron para centrarse en su copa con cierto tono de melancolía, después alzó la cabeza, mirando a los focos que colgaban del techo como si estuviese a punto de llorar- No quiero amargarle la velada contándole mis penurias …-dijo sonriendo, y centrándose ahora en el jugueteo de sus dedos sobre el cristal de la copa.
-Tranquila … No sabía de la gravedad de la situación …-le tomé una de sus pequeñas manos y la apreté con fuerza, mientras acariciaba con los dedos su pálida piel.
-Yo solo he venido a divertirme … Y olvidar, volver a sentirme mujer de nuevo …- me miró con determinación con aquellos ojos verdosos enmarcados por dos finísimas cejas.
-Pues te has topado con la persona adecuada para ello …-le dije, esbozando una media sonrisa. Me tomé apresurado mi trago y eché un par de billetes sobre la encimera de mármol- Quédate con el cambio muchacho …
Me levanté y la tomé de la mano, invitándola a bailar. Ella me sonrió y una tibia lágrima cayó por una de las sonrojadas mejillas. La aparté con delicadeza y nos dirigimos hacia la pista de baile. Estaba la oquesta tocando a ritmo de sSwing en ese momento. No era un gran bailarín, pero para conquistar a aquella joven hice lo que pude. Ella parecía contenta, moviendo los flequillos de su vestido alocadamente.
Sus pies se movían más rápidos que los míos y ella se reía de mi torpeza, pero yo la seguía el juego y la hacia reír más de lo que cabía posible. La daba vueltas cogiéndola de un mano y la lanzaba de un lado para otro. Estaba disfrutando. Entonces, la agarré por la cintura y la apreté contra mí, mientras ella no dejaba de mover sus caderas entorno a mi paqueta. Agarré de los muslos, acompañándola con mi vientre.
Ella apoyó sonriente su cabeza sobre mi hombro y me acariciaba la cabeza con una de sus manos alzadas. La besé en su esbelto cuello, y aspiré extasiado el perfume de rosas que se había echado encima. Me mano subió para acariciarla el vientre y noté su excitación cuando me agarró con fuerza por el muslo. La volteé y nos quedamas mirándonos fijamente, con las narices rozándose en un vaivén lento y suave.
-¿Qué te apetecería hacer ahora mismo?…-murmuré excitado, pero sin perder la sonrisa de la boca.
-Un sitio donde poder hacerte mil y una locuras … Eres mejor bailarin de lo que piensas …-me dijo, rodeándome con sus brazos el cuello.
-Lo que sé hacer bien es complacer a una mujer …-la acaricié el trasero lentamente. Pude notar como temblaban sus piernas.
-No sé si podré aguantar por mucho tiempo …-sus ojos se entrecerraba, embriagada por el placer- Hace tanto tiempo … Que no me trataban así …
-No hay que irse tan lejos …
-No, no …-abrió los ojos, como si hubiera recobrado la conciencia y tragó saliva- Yo quiero hacerlo en un sitio en condiciones …-la tapé la boca con un dedo para que callase.
-Sígueme …-la llevé por la cintura hacia el pasillo que conducía a los baños.
-Pero …
-Shhhh … Luego te llevaré a un sitio mejor … Ahora déjame que te haga una cosa para entrar en calor …
La apoyé contra la pared y la apreté con fuerza mientras comprobaba sus curvas corparales con mis manos firmes y seguras. La notaba temblar de arribabajo. Se aferraba a mis hombros con debilidad, como si estuviera a punto de caer, pero yo la sostenía contundentemente, con traquilidad, a pesar que deseaba hacerla de todo en aquel instante. La subí delicadamente la falda y tanteé por encima de su ropa interior para comprobar que andaba húmeda como una perra en celo. Nuestros besos eran rápidos, ansiosos, como si tuviéramos mucha hambre sexual.
Colé mi dedo por debajo de la goma y acaricié la dulce carne, que se abría fácilmente a mi paso. Sus repiración comenzó a acelerarse y podía notar su pecho chocar contra el mío. Se colgó sobre mis caderas, mientras, en un alarde de agilidad me sujetaba con una mano y a ella sobre la pared, mientras jugaba con dos dedos en el húmedo interior de ella.
Sus caderas se movían excitadas, al mismo compás que mis dedos dentro de su vagina. Poco a poco, y con cuidado de no caernos, me fuí arrodillando en el suelo, hasta que su trasero se posó definitivamente y quedó sentada, apoyada contra la pared. La arranqué la rompa interior para comprobar maravillado, con a penas luz, sus labios gruesos, palpitantes, rojos como la sangre, pidiendo más, mientras su clítoris se mostraba orgullos, a punto de explotar.
Me agaché excitado, con las glándulas salivares funcionando incesantemente. Aspiré su aroma femenino y comencé con una de las tareas que más me gustaban: hacer disfrutar a las mujeres de aquella manera tan poco común. Saboreé sus jugos, mezclándolos con mi saliva, mientras agarraba con fuerza sus caderas para que no se moviera mucho. Sus uñas se clavaban en mi cabeza, mientras escuchaba sus gemidos, entemezclados con el Ragtime que ahora tocaba la orquesta y las risas borrachas de la gent que bailaba en la pista central.
Succioné su clítoris, aprisionándolo con mis labios mientras daba leves puntaditas con la lengua o hacía círculos, alternando ritmicamente cada movimiento para que no se hiciera monótono y siempre ella estuviese experimentando constantemente placer. Mi miembro estaba a punto de rebentar el pantalón. Pero en ese momento prefería que ella disfrutara pasivamente de mis juegos.
No la podía ver desde mi altura y entre tanta oscuridad, pero con solo imaginar los gestos de placer de su cara, no podía sentirme más orgulloso de mi labor. Se quedó tiesa como un tronco y recibí sediento su néctar. Me levanté, al mismo tiempo que lo saboreaba y me lo tragaba lentamente. Los cabellos se le pegaban al sudor de la frente y sus mejillas estaban completamente rosadas, mientras su rotro estaba completamente relajado un gesto de felicidad absoluta.
Saqué un pañuelo del interior de mi chaqueta y la limpié suavemente, para después limpiarme el sobrante que quedaba en mis labios. La acaricié el rostro y ella me besó, aún sofocada.
-Vayamos al Bohemian …-la dije, ayudándola a levantarse- Allí te sentirás como una reina, rodeada de lujo mientras disfrutas del placer …-me sonrió, abriendo sus enormes ojos.
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