-¿Cómo es que tú conoces a Capone?- la agarré de un brazo violentamente y nos volteamos, haciéndola bajar de la silla, para que la gente no viera lo que estaba pasando con tanta claridad-¡Dime!-grité entre dientes.
Ella me miró horrorizada y con la boca abierta, sin saber qué decir. Me miró con aquellos ojos celestes, incluso más claros que los míos, brillantes, espectantes, aterrorizados …
-Yo …yo …yo …-tartamudeó.
La zarandeé para espabilarla. Ella apretó sus ojulos y, entonces, el pelo se le cayó al suelo. La miré asustado. Tenía todo el cabello aplastado, completamente estirado sobre su pequeña cabecita, recogido todo en un moño superapretado.
-¡Vaya!-sonreí, riendo. Me parecía tan chistosa la situación- ¡Si no eres morena!
Las mejillas se la encendieron más que de vergüenza de rabia, aunque la mirada de terror aún así no se le fue. Era tan linda y tan dulce, con una finísima nariz repingona, una piel blanquísima y unas pestañas rubias que combinaban con el azul cielo de sus ojos.
Ella evitaba mi mirada, y cada se apretaba más y más contra la columna que nos alejaba de las miradas indiscretas, intimidada por la corta distancia que separaba nuestro cuerpos … Aspiré su perfume embriagado … Hacía tanto tiempo que no olía a una mujer … Me acerqué con delicadeza y aspiré detrás de las orejillas … El hueco del cuello … La nuca … Era exquisitamente dulce, que hizo que cerrara mis ojos …
Noté su pecho chocar contra el mío … Me había acercado demasiado. Me alejé un poco turbado por mi comportamiento … No quería traerme problemas en aquella situación. Al me podía echar una buena encima si me pillaba coqueteando mientras estaba a su servicio. Me agaché para coger la peluca y se la mostré, de nuevo poniéndome firme.
-Dime … ¿Para qué llevas peluca en un sitio como éste?-dije, mientras la hacía rodar sobre el eje de mi dedo- ¿Acaso no querías ser reconcer por alguién? Quizás …¿Por Capone?
-En serio … No me haga daño, por favor … No …-se volvió a encojer sobre sí misma cuando volví a acercar mi rostro a el de ella.
-Disculpe …-un fino de dedo me dio golpecitos en la espalda.
Me giré lentamente, solo con el rostro y de refilón vi a una mujer rubia, que se bajaba lentamente las gafas que ocultaban unos felinos ojos grises. En serio … Los ojos claros son mi perdición … Debí quedarme con cara bobo porque me sonrió con sutileza.
-Disculpe caballero, pero la señorita a la que está acosando es mi acompañante …-y está vez me mostró una fila perfecta de dientes blancos.
La miré a aquella joven y después volví la miraba a la que hace unos instantes me estaba volviendo loco … Su rostro se tornó en un gesto de alivio. La dejé paso y ella casi corrió de puntillas hacia la otra rubia, a la que disimuladamente, agarró de un brazo. Me quedé casi sin palabras, soltando una frase tan idiota como:
-¿Quieren que las invite a algo, chicas?
Se miraron un momento y la de los ojos grises me asintió con la cabeza, a pesar de las miradas de incredulidad que le dirigía la otra. Se fueron a sentar a una esquina mientras yo me dirigía al barman y le pedía unas bebidas adecuadas para dos señoritas como aquellas. Desde la barra, las echaba de vez en cuando un vistazo, mientras ellas hablaban de manera muy extraña. Las llevé las copas y me lo agradecieron con tímidas sonrisas.
-Gracias, así está bien …-la otra seguía sin decir ni mu.
Me quedé un rato de pie mirándolas cuando entonces. Vi que me hacía señales desde la puerta, tras la que se estaba celebrando la reunión.
-Bueno señoritas … Tengo que irme … Fue un placer conocerlas …-me iba a dar la vuelta, cuando me percaté de que no hice presentaciones- Por cierto, mi nombre es Umberto … Si necesitan algo, ya saben a quién acudiar … Este …
-Irina …-se llevó la rubia la mano al pecho- Y ella es Oplympia …-la otra la miró con cara de espanto.
-Encantado, mucho gusto …-hice una graciosa reverencia y ambas rieron. Me coloqué la boina de nuevo y palpé en la cintura para comprobar que el arma aún continuaba ahí.
Me encaminé hacia la puerta y le pregunté que qué quería.
-Ya terminaron … Tu hermano quiere verte … Es evidente, ¿no?
-Bien …-murmuré y suspiré al entrar.
Al se levantó nada más verme y me llevó a un rincón de la sala, más alejado de la mesa principal, donde los demás mafiosos aún continuaban hablando con traquilidad, mientras fumaban un puro y bebían de sus copas. Me dio unas cuantas palamadas en la espalda.
-¿Qué tal lo llevas muchacho …?- se paró un momento y se me quedó mirando serio al rostro, hasta entonces no me acordaba de que me habían abofeteado- ¿Qué coño es eso?-preguntó, cambiando radicalmente el tono de su voz.
-No fue nada …tranquilo …-dije, mientras apartaba de su vista la zona marcada.
Me cojió bruscamente por las boca y me la volteó de manera que pudiese ver mejor. Su ceño estaba completamente fruncido, uniendo en una sola línea gruesa oscura sus cejas. Me soltó con brusquedad y comenzó el interrogatorio, poniéndose en jarras.
-¿Quién te hizo eso? Y más vale que lo digas pronto.
-Una mujer me abofeteó porque la asusté … Mea culpa …-dije, sintiéndome incómodo.
-¿Una mujer?-comenzó a reír- Qué payaso eres … Te dejó bien marcado.
-Sí, menuda fuerza tenía la maldita condenada …-dije, mientras me acariciaba la parte de mi cara que era centro de atención.
-¿Y cómo era esa mujer?
-Rubia … De ojos celestes … Con una naricita respingona preciosa … Creo que se llamaba Olympia …
Se quedó un momento pensando y entonces, volvió a la realidad.
-¿En qué pensabas?-esta vez le pregunté extrañado-¿No será …?
-No, no es … Pero es alguien cercano …
lunes, 16 de marzo de 2009
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