
Olympia resultó ser muy agradable conmigo y me llenó de alegría el poder comprobar que todavía quedaban personas que merecían la pena y por fin, encontré mi primer apoyo femenino en la ciudad. La sonreí y ambas desviamos nuestras miradas hacia la sala.
Miré vagamente a mi alrededor y entonces me volvía topar con él. Oh mío!, comencé a notar como el corazón se me quería salir del pecho. Entonces, las demás chicas comenzaron a salir y se acercaron hacia donde él estaba con otros hombres.
Me dio una punzada al corazón cuando ví a dos de ellas acercándose a muchacho atractivo. Agarré con disimulo el mantel de la mesa. Olympia me tocó el hombro preocupada.
-¿Te encuentras bien?-me preguntó. La miré y la sonreía para tranquilizarla. La acaricié una mano en señal de afecto y agradecimiento por su preocupación.
-No es nada … Gracias por preocuparte.
-No hay de qué-me guiñó un ojo e hizo repentinamente un gesto como si se acabara de dar cuenta de algo que me resultó gracioso- Si me disculpas, tengo que ir al baño un momento, cosas de mujeres, ya me entiendes.
La guiñé un ojo asintiendo y se marchó dando saltitos. Me sonreí a mi misma. Por fin una amiga, solo esperaba volver a encontrármela muy pronto.
Miré de nuevo hacia él y puede ver como se divertía. No pude contenerme más y me levanté de la mesa, con mi copa en la mano. Di un gran trago como para darme fuerzas y me acerqué con paso acelerado. Me puse más tranquila al pasar por delante de aquella mesa y jugueteé con mi vaso vacío antes de pasar por la mesa para que me pudiera ver, con la falsa esperanza de que reaccionase ante mi presencia.
Un camarero se me acercó y me ofreció bebida, al cual rechacé con gesto amable y tímido. Cuando me quise dar cuenta, aquellos ojos se clavaron en dirección hacia mí. No me lo podía creer, y bajé la mirada avergonzada, diría que incluso abrumada.
Volví a mirarle y me di cuenta que cuando le miré, esbozó una preciosa sonrisa, blanca y perfecta. Yo también sonreír, mirando hacia el suelo y jugueteando con el tacón de mi zapato. Me paseé sonriente, sin atreverme a dirigirle una mirada de nuevo. A lo mejor me estaba haciendo ilusiones demasiado pronto.
Alguien se posó detrás mía y me puso un copa llena justo delante de mis narices. Casi me quedo paralizada del susto.
-¿A la señorita no le apetece otra copa?- me preguntó una melódica voz masculina, con claro acento italiano.
Me volteé lentamente y me encontré con él y con aquel par de ojos azules. Me estaba sonriendo, y era a mí.
-Ya tuve bastante, gracias-dije con timidez aunque sin poder quitar la vista de sus ojos.
-Oh vamos! La noche es joven, como nosotros, disfrutemos de los placeres que la vida nos brinda- dicho esto, me cogió el vaso vacío, rozando la piel de mi mano, y juro por Dios que en ese momento sentí caerme al suelo de rodillas. Me ofreció el otro y con cierto nerviosismo, lo acepté evitando tocar sus dedos.
-Pareces nerviosa,¿qué te pasa, bella?-me dijo, dejando el vaso en una mesa cualquiera, mirándome fijamente a los ojos.
No respondí porque no me dio tiempo. Me agarró de forma vivaz la cintura y casi derramo por completo mi copa y comenzó moverse conmigo, bailando al sol de la música de manera alegre y graciosamente. Comencé reírme pues no sabía que más podía hacer en ese momento que dejarme llevar y reír hasta que no pudiera más.
-Qué, ¿mejor?-me dijo con ese brillo en los ojos.
-Sí …-y casi tuve la tentación de apoyar mi cabeza en su pecho.
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