
Al final, uno de los compañeros de trabajo de Al se ofreció amablemente a llevarme hasta el hospital. No me dejaron entrar nada más llegar porque tenían que hacerle puntos y sería desagradables para una dama como yo el tener que contemplar aquel tipo de situaciones.
Me senté en uno de los incómodos asientos de la sala de espera y me quité el abrigo, doblándolo sobre mi regazo y mirando a mi alrededor aburrida. ¿Qué hora sería? Pasó un rato que para mí me pareció eterno y me levanté, dejando el abrigo en el asiento. Me crucé de brazos y fui de un lado a otro completamente nerviosa, esperando el momento que llegase el doctor para darme luz verde y entrar.
Entonces, apareció por fin y ya no tuve que esperar más. Odiaba estar esperando algo, siempre me ponía de mal humor. Entré y me tuve que contener las ganas de abrazarle. No quería mostrarme demasiado preocupada o interesada él. Los hombres en seguida se volvían estúpidos solo de vernos besarles los pies.
Tenía una gasa enorme en la cara. Me senté enfrente suya y le cogí la manos para calmarle, parecía algo nervioso y dolorido, también me atrevería a decir que enfadado.
-Ey, ya pasó todo, te prometo que no volveré a darte problemas- dije, juntando sus manos.
-No te preocupes, a veces necesito un poco de acción para descargar adrenalina-me dijo como si tuviera toda la boca llena de aire.
-Te cuidado o se te saldrán los puntos … Te debió doler bastante-le dije haciendo una mueca de dolor.
-No te creas, he sufrido cosas peores -se comenzó a desabrochar la camisa apresurado para mostrarme algo. Se me encendieron las mejillas, seguro que todavía andaba borracho para hacer aquel tipo de cosas.
Me mostró su costado y me enseñó una cicatriz. La miré y a la vez le miré, aprovechando la ocasión, el torso para poder evaluarle mejor. ¡Dios mío!¡Parecía el mismo David de Miguel Ángel!.
-Esta me la hice a los catorce, cuando empecé a hacer pequeñuelas de las gordas …-se quedó mirándome y comprendió-¿Nunca viste un hombre bien entrenado?
Miré a otro lado. Seguramente me había puesto roja como un tomate. Él se rió como pudo, debido a sus situación y volvió a abrocharse la camisa, que aún estaba ensangrentada.
-Necesito que me hagas un favor-le miré impresionada.-Llama a mi mujer y avísala que me encuentro aquí, seguro que andará preocupada porque llego tarde.
En aquel momento, sentí que recibí una puñalada en el corazón y casi me atraganto con mi propia saliva. ¿Un hombre casado intentó coquetear conmigo?¡Oh Yavé!¡¿Cómo he podido fantasear con su amor, el amor de un hombre que pertenecía a otra?!
Creo que me dijo un número e intenté memorizarlo, para aquello me tuvo que repetir unas cuantas veces. Me levanté y le dije que no tardaría nada, antes de ir, sacó una billetera y me dio una monedas para la llamada. Las cogí resignadas y me cogí el abrigo para ir a un bar cercano a llamar.
No tardó en descolgar el teléfono. Una voz femenina, dulce, de claro acento irlandés, y preocupada me habló al otro lado.
-Soy Ada Swarty, su marido se encuentra ingresado en la unidad de emergencias del hospital Hahnneman, habitación …
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