domingo, 17 de mayo de 2009
Lenington Hotel: Al Capone
La muy puta me puso todas las nalgas sobre la cara … Me sonreí y la agarré de las caderas, bajando hasta que tuve sus labios de ahí abajo contra los míos. La dí unos cuantos lametones y noté como sus piernas comenzaron a temblar. La agarré con más fuerza y podía ver como cada vez que mi lengua se colaba por su intimidad, subía el trasero.
-No seas tan malo …-murmuró con la voz ligeramente alterada.
-Esto no es nada …-abrí mi boca ampliamente y abarqué con ella todo lo que pude.
Ella gimió, pues no se lo esperaba. La succionaba todo aquello que entraba en mi boca, y aquello comenzó a convertirse en algo bastante húmedo … Sabía tan bien aquella zorra. Ella se movía, a veces intentando eludir mi boca y otra apretándose más en la misma. La pegé un pequeño mordisco a propósito y pegó un saltito. La agarré bien fuerte de nuevo.
-¡Pero no me muerdas!-se quejó bastante molesta. Para hacerla rabia la mordí una de las nalgas.
Asomó la cabeza por un lado y me dirigió una mirada de furia a modo de aviso. Yo le sonreí burlón y la di un chuptón sin dejar de mirarla. Me sonrió y agachó la cabeza. Me dio con sus caderas en la cabeza y entonces la di un manotazo. Ella gimió y movió sus caderas provocativa, esperando traviesa mi reacción. La lancé hacia un lado y se me quedó mirando sorprendida.
La levanté agarrándola por una muñeca y la acerqué con violencia hacia mí. La subí el vestido rápidamente y quedó desnuda de cintura para arriba, con el ligero y las medias. La apreté el trasero con fuerza y la besé con deseo, mientras ella se apretaba a mi pecho con las manos. Me arañaba por todas partes, agarrándome la piel, deseosa y fogosa. Yo deslizaba mi mano por los contornos de su cuerpo, pero con suavidad, mientras nuestras lenguas se perdían en la boca del uno y del otro.
La tiré de nuevo sobre la cama y cayó rebotando unas cuantas veces. Me situé encima suya y aspiré el perfume que desprendía detrás de sus orejas y por el cuello, acariciando su piel con la punta de mi nariz … Su piel se puso de gallina y podía notar sus pezones erectos chocar contra mi pecho. Bajé hacia abajo, dando pequeños besos, casi sin a penas rozar … Sus manos me agarraron por los cabellos, despeinando por completo mi engominado peinado.
Agarré uno de sus muslos y lo eché hacia arriba. Ella, con una flexibilidad contundente, las estiro por completo, llegando a pegársela al hombro. Apoyado sobre una mano, me introducí lentamente dentro de ella, observando satisfecho los gestos que ella hacía a medida que iba entrando, poco a poco … Pegué mi pelvis lo más que podía y comencé a moverme despacio … Me incliné sobre ella para besarla.
Ella me rechazaba, pues estaba tan excitada que eludía cada beso que la dirigía. La agarré con violencia con los dientes la línea de la mandíbula. Ella movía la cabeza de un lado hacia otro y abría la boca alternativamente dejando escapar gemidos de placer. Salí de ella y la di la vuelta.
Entreabrí sus piernas lo suficiente para que me pudiese acomodar entre sus piernas. Jugué con poco la punta de mi pene, redibujando la línea de sus glúteos y haciendo círculos pequeños en la entrada de su intimidad. Agarraba las sábanas con saña, hincando las uñas como si fuera carne humana …Y la penetré.
Se agarro, con los brazos estirados, en los barrotes de hierro de la cama mientras yo hacía mi trabajo con ella. Mis golpes eran secos y profundos. Ella soltaba gritos sordos y podía ver por su perfil que tenía los ojos bien abiertos. Me apretaba los labios, no sabía si por contenerme o por hacer tanto fuerza. No estaba disfrutando como la última vez, pero aún así me gustaba lo que la estaba haciendo.
Al terminar, dislumbré en la cima de mi orgamos el rostro de Ada en éxtasis y caí, casi inconsciente, sobre la espalda de Lola. Ella me echó hacia un lado de la cama, quedándome bocarriba con los ojos bien abiertos y respirando fuertemente, cegado por el sudor que cayó de mi frente antes. Ella me lo apartó con la mano y se apoyó sobre uno de sus brazos, tumbada de lado y sonriendo, por lo que podía ver de su silueta.
-Eres un chico malo …-me dijo, haciendo circulitos con la yema del dedo alrededor de uno de mis pezones- Tal vez vaya a pedirla perdón a esa más tarde …
-Haz lo que quieras …-dije, parpadeando rápidamente, como si acabara de despertarme de un pesadilla terrible.
-¿Te ocurre algo de nuevo? ¿Ya se te pasó el efecto?-dijo, colocándose encima mía y acercando su rostro muy cerca del mío, torciendo sus labios, con todo el pintalabios restregado alrededor de la boca.
-Nada, estoy agotado … Fui yo el que me moví todo el rato, ¿sabes?
-¡Perdona! Pero no me dejaste ni un solo segundo actuar …-dijo, alzando las manos al cielo indignada.
-Tranquila, fierecilla …-la cogí de las muñecas mientras la sonreía para tranquilizarla.
-Ahora te demostraré como bailo encima tuya …
-¡Espera, espera! Necesito recuperar un poco de aliento y fuerzas para continuar … ¿Acaso pretendes abusar de mí?
-No abusaría, porque al fin acabarías disfrutando de lo lindo, querido …-me acarició la mejilla y me dio un piquito en la boca.
-Anda …-di con la mano sobre la cama varias veces, invitándola a tumbarse a mi lado- Relájate un poco …
Lenington Hotel: Umberto Capone
Bajamos de la mano corriendo las escaleras. Me sentía flotando, como si no creyense que por una vez, una mujer venía pidiéndome fiesta. Fuimos probando cada uno de los pomos de las puertas hasta que encontramos una abierta y entramos entre besos sofocados y alocados dentro del cuarto. Cerré la puerta de un portazo y nos comenzamos a desnudar rápidamente, sin separar nuestras bocas.
Mientras aspiré el arona que desprendía su nuca, la ayude a quitarse el sostén. Se me volteó y cotemplé maravillado la caída de aquellos blanquísimos pechos, grandes, que revosaban de mi mano. Ella me sonreí, mientras me apretaba contra ella, tan pequeña, agarrándome el trasero.
-¿Te gustan?-me preguntó picantona.
-Más de lo que piensas … Pero la cuestión es, ¿te gusto yo a ti?
-¿Por qué no? Eres muy guapo y tienes unos ojos preciosos …-me apartó el pelo de la cara con dedicación.
-La otra vez no parecía agradarte demasiado …
-El que no me agrada es tu hermano …-me agarró de la camisa desabrochada para quedarme más cerca de su boca- Aunque seaís de la misma sangre, no significa que tenga que odiarte a ti también …
-Estás despechada …-me besó con violencia en la boca. Al separarnos la sonreí, acariciándola aquel ovalado y bello rostro- Pero aún así, tan violenta y dulce a la vez, me gustas más …
Nos fuisionamos en un beso acompañado de un brazo. La subí a horcajadas mía y me dejé caer sobre ella encima de la cama. Rebotamos unas cuantas veces y nos reímos. Al parar, nos quedamos mirando un momento con los ojos brillantes. La acaricié los cabellos rubios en un acto de ternura, interrumpido por su ferocidad sexual.
Me rodeó con ambas piernas alrededor de la cadera, haciendo chocar su sexo contra el mío. Me deshice de la camisa y entre los dos, acabé quitándome el pantalón y demases. Me acerqué al borde de la cama y la abrí las piernas de par en par. Ella, sentada justo al borde, arqueaba la espalda, echando la cabeza hacia atrás mientras yo me movía automáticamente dentro suya, conteniéndome las ganas de abalanzarme sobre su cuello.
Me agarraba fuerte a sus caderas, de cuando en cuando hincando las uñas en sus carnes. Ella me agarraba de los pelos de la nuca, mientras yo miraba embelesado el movimiento de sus pechos, subiendo y bajando de manera alocada. Apretando los dientes, me separé de ella y la dí la vuelta. Ella calló de boca sobre la cama ya deshecha.
Levanté sus caderas y la penetré por detrás. Ella gimió fuerte, como si no se esperara aquello. Ahora mi vista no se quitaba de cómo mi pene entraba dentro suya … Hacia tiempo que no veía desde tan atrás … Desde mis tiempos despreocupados en New York, cuando salía de putas con Al.
Eché un vistazo hacia el espejo y la veía retorcese gozosa, con los ojos semiabiertos, mordiendo las sábanas … La podía sentir, como me apretaba desde dentro, las contracciones … Todo. No iba a durar mucho, así que alcancé a subirla para mientras la daba duro, la agarraba los pechos.
Con unas últimas sacudidas, terminé sobre ella, lentamente, saboreando los últimos instantes que estaría dentro de ella … Ella cayó de nuevo sobre la cama, al mismo tiempo que me salía de ella. Me agarré a los barrotes de la cama agotado, trantando de recuperar el aliento. La miré tumbada sobre la cama.
Era tan hermosa: sus ojos brillaban estando incluso semicerrados, la punta de su nariz y su mejillas estaban rojas como manzanas y el pelo alborotado, brillante como nunca, se le pegaba a las partes sudorosas, tanto de su cuerpo como de su rostro … Me senté hacia su lado y la tomé, abrazándola, para sentir su cálido cuerpo contra el mío.
No me miró, por más que la acariciaba. Sus ojos celestes, más claros que los míos, denotaban cierta melancolía. En ese momento, me sentí un poco miserable por no ser yo el dueño de su corazón …
-¿En qué piensas?-comenté, tratando de ser comprensivo.
-Cosas … No quiero aburrirte …
-Yo tampoco quiero ser entrometido …
-No lo eres, tranquilo, tú no tienes la culpa de nada … Soy yo, que te he utilizado como una puta guarra que soy … Deberas, no soy así …
-No me importa como eres …-la levanté lentamente el mentó y la obligé a mirarme con sutileza- Solo me importa que estés bien en este momento …
Me besó tímidamente en los labios, pero aquello no me convenció de que se encontrase mejor. Sabía que sentía compasión por mí y una rabia enorme hacia su verdadero amor … No podía cambiar eso, pero al menos me podía conformar con haberla tenía tal y como estaba en mis brazos … Un ángel tan delicado y refinado como ella, al que nunca estuve acostumbrado …
Mientras aspiré el arona que desprendía su nuca, la ayude a quitarse el sostén. Se me volteó y cotemplé maravillado la caída de aquellos blanquísimos pechos, grandes, que revosaban de mi mano. Ella me sonreí, mientras me apretaba contra ella, tan pequeña, agarrándome el trasero.
-¿Te gustan?-me preguntó picantona.
-Más de lo que piensas … Pero la cuestión es, ¿te gusto yo a ti?
-¿Por qué no? Eres muy guapo y tienes unos ojos preciosos …-me apartó el pelo de la cara con dedicación.
-La otra vez no parecía agradarte demasiado …
-El que no me agrada es tu hermano …-me agarró de la camisa desabrochada para quedarme más cerca de su boca- Aunque seaís de la misma sangre, no significa que tenga que odiarte a ti también …
-Estás despechada …-me besó con violencia en la boca. Al separarnos la sonreí, acariciándola aquel ovalado y bello rostro- Pero aún así, tan violenta y dulce a la vez, me gustas más …
Nos fuisionamos en un beso acompañado de un brazo. La subí a horcajadas mía y me dejé caer sobre ella encima de la cama. Rebotamos unas cuantas veces y nos reímos. Al parar, nos quedamos mirando un momento con los ojos brillantes. La acaricié los cabellos rubios en un acto de ternura, interrumpido por su ferocidad sexual.
Me rodeó con ambas piernas alrededor de la cadera, haciendo chocar su sexo contra el mío. Me deshice de la camisa y entre los dos, acabé quitándome el pantalón y demases. Me acerqué al borde de la cama y la abrí las piernas de par en par. Ella, sentada justo al borde, arqueaba la espalda, echando la cabeza hacia atrás mientras yo me movía automáticamente dentro suya, conteniéndome las ganas de abalanzarme sobre su cuello.
Me agarraba fuerte a sus caderas, de cuando en cuando hincando las uñas en sus carnes. Ella me agarraba de los pelos de la nuca, mientras yo miraba embelesado el movimiento de sus pechos, subiendo y bajando de manera alocada. Apretando los dientes, me separé de ella y la dí la vuelta. Ella calló de boca sobre la cama ya deshecha.
Levanté sus caderas y la penetré por detrás. Ella gimió fuerte, como si no se esperara aquello. Ahora mi vista no se quitaba de cómo mi pene entraba dentro suya … Hacia tiempo que no veía desde tan atrás … Desde mis tiempos despreocupados en New York, cuando salía de putas con Al.
Eché un vistazo hacia el espejo y la veía retorcese gozosa, con los ojos semiabiertos, mordiendo las sábanas … La podía sentir, como me apretaba desde dentro, las contracciones … Todo. No iba a durar mucho, así que alcancé a subirla para mientras la daba duro, la agarraba los pechos.
Con unas últimas sacudidas, terminé sobre ella, lentamente, saboreando los últimos instantes que estaría dentro de ella … Ella cayó de nuevo sobre la cama, al mismo tiempo que me salía de ella. Me agarré a los barrotes de la cama agotado, trantando de recuperar el aliento. La miré tumbada sobre la cama.
Era tan hermosa: sus ojos brillaban estando incluso semicerrados, la punta de su nariz y su mejillas estaban rojas como manzanas y el pelo alborotado, brillante como nunca, se le pegaba a las partes sudorosas, tanto de su cuerpo como de su rostro … Me senté hacia su lado y la tomé, abrazándola, para sentir su cálido cuerpo contra el mío.
No me miró, por más que la acariciaba. Sus ojos celestes, más claros que los míos, denotaban cierta melancolía. En ese momento, me sentí un poco miserable por no ser yo el dueño de su corazón …
-¿En qué piensas?-comenté, tratando de ser comprensivo.
-Cosas … No quiero aburrirte …
-Yo tampoco quiero ser entrometido …
-No lo eres, tranquilo, tú no tienes la culpa de nada … Soy yo, que te he utilizado como una puta guarra que soy … Deberas, no soy así …
-No me importa como eres …-la levanté lentamente el mentó y la obligé a mirarme con sutileza- Solo me importa que estés bien en este momento …
Me besó tímidamente en los labios, pero aquello no me convenció de que se encontrase mejor. Sabía que sentía compasión por mí y una rabia enorme hacia su verdadero amor … No podía cambiar eso, pero al menos me podía conformar con haberla tenía tal y como estaba en mis brazos … Un ángel tan delicado y refinado como ella, al que nunca estuve acostumbrado …
Lenington Hotel: Al Capone
Aquella noche iba a ser una de las más importantes de mi vida. Torrio, antes de irse a Basilicata , para pasar el resto de sus días en su tierra natal, iba a hacerme un nombramiento digno de emperadores, para que no tuviera ningún problema de ahora en adelante. A pesar del rencor que me guardaba por habérsela jugado tan vilmente, él sabía de sobra que a ningún otro podría dejar su negocio con tanta tranquilidad.
Elegimos el Lenington Hotel, un edificio relativamente nuevo, donde Torrio ya había anclado un importante negocio encubierto, como era el juego. Decidí que allí estabecería mi centro de operaciones, pues el juego, junto con las prostitutas de lujo que podría meter allí, estaría más protegidos. Por más que los policías hicieran redadas en los demás tinglados, siempre tendría asegurado el sitio, custodiado por mis hombres de confianza.
Torrio, vestido más elegante que nunca, con un traje italiano, aún andaba en silla de ruedas, pero eso no le impidió venir. Ya no tenía ninguna herida o contusión patente, por lo tanto hizo acto de presencia para pasarme el testigo y tranquilizar a las masas escépticas, por mi propio … Me dolió el haberle puteado, pero si no, nunca me hubiera hecho ganar su respeto absoluto … Reunidos el pequeño grupo de élite, antes de que llegaran los demás invitados para posterior fiesta, en el comedor, cenamos en paz y armonía. La camadería era evidente, pero uno, no se podía fiar ni de su sombra, así que, por aquella noche, guardé las distancias con los demás miembros, a los que pasé por encima en poco tiempo, para dar a entender que no me la podrían jugar tan fácilmente. Las apariencias era importantes para transmitir un mensaje que con las palabras no eran tan impactantes …
Umberto y Francesco, después de Torrio, formaban mi círculo más cercano y de confianza. Miré a mi hermano y mi mejor amigo de la infancia para que estuvieran alerta de cualquier gesto sospechoso; no quería que en mi propia noche de gloria me la jugara algún hijo de puta inconforme. Tras terminar la cena, a punto de dar paso al postre, Torrio, desde la altura de su silla, alzó la copa de vino tinto en señal de brindis.
-Por Al-dijo, mirando a cada uno de los presentes y después posando su brillante mirada en mí- Siempre confié en ti y en tu talento- se dirigió ahora a los demás presentes- Y por eso, has llegado donde estás ahora … Tienes juventud, cosa que a mí ya me falta … Espero que tengas éxito y sepas llevar con mucha dignidad el negocio que dejo en tus manos.¡Salud!
-¡Salud!-dijeron todos al unisono, adelantando las copas sin rozarse.
Llegó el postre: tiramisù. No me gustaba mucho, pero aproveché que estaba hecho por uno de los pasteleros italianos más prestigiosos de la ciudad. Exquisito. Después, en bandeja de plata, un camarero fue uno a uno de los invitados importantes ofreciendo puros habanos. Salimos al salón de baile, que estaba lleno tanto de putas como muchachitas preciosas. Pedí exclusivamente un Templeton Rye que mandé traer desde Iowa, y que me costó un ojo de la cara, pero aquella era mi noche y me podía permitir ese tipo de caprichos.
Todos, al entrar al salón, se volvieron como cabras, arrimando la cebolleta a todo coño que olían. En ese momento, vi como Torrio se preparaba para marchar. Me acerqué para despedirme, antes de integrarme por completo a la fiesta. Nos dimos un fuerte abrazo, seguido de un apretón de mano.
-Gracias, Johnny -le tomé los hombros y le miré emocionado; había sido como un padre para mí- De verdad, no sabes lo que significas para mí …
-Y tú para mí …-me dio unas palmaditas en la cara de forma cariñosa- Te deseo toda la suerte del mundo … Si tienes algún problema, no dudes en llamarme …
-Te llamaré aunque no la necesite …
-Anda, deja de decir ya esas cosas que pareces marica…-nos reímos y por fin nos separamos, mientras unos hombres ayudaban a subirse al coche a Torrio.
De nuevo entré en la sala y me encontré a un tímido Ben en un rincón, tomando en silencio. Me acerqué a él y le di unas palmadas en la espalda. Me miró con ojos desconcertados.
-¿Te diviertes muchacho?-intenté parecer amistoso.
-No mucho, dejé plantada a mi novia por venir aquí … No pinto nada.
-¡Qué dices! ¡Eres de la familia! Mira, si lo que hechas de menos es el amor de una mujer, te puedo conseguir a la que quieras …
-No, gracias …
-¡Vamos! ¡No me seas calzonazos! ¡Diviértete como un hombre!¿Acaso va a venir tu mujercita a vigilar tus pasos?
Se encogió de hombros dando un largos suspiro. Eché un vistazo a mi alrededor, y vi a una jovencita, de aire virginal, actuando en el escenario. No seguía la moda, pues llevaba el pelo bastante largo, con tirabuzones, y cantaba canción antiguas de aire meláncolico, y con contenido picantón.
-¿Ves a esa de allí? Es tuya- me miró perplejo, con el ceño fruncido- Ya es hora de que pruebes el dulce aroma y tacto de una virgen …-le di unas palmaditas en el hombro, ignorando su la mirada de odio que me dirigía, como si hubiera ofendido a su putita.
Le di un codazo a Francesco, que áun andaba ebrio y le pedí que me presentase a la muchachita en cuestión, pero que antes preguntara si era virgen. Siguió mis instrucciones y se colocó sigilosamente detrás de la bambalinas. La chica hizo una graciosa reverencia y desapareció detrás del telón. Me volví para el chico y le ofrecí un puro. Me lo cogió por miedo a rechazaro más que por gusto. Esperamos pacientemente, hasta que por fin se dignaron ambos en hacer acto de presencia.
La niña era más hermosa de lo que pensaba. Tenía el pelo de un tono rojizo precioso y sus ojos grises eran hipnotizantes. Su piel era tan blanca que ofrecía una imagen de pureza. Me maldije por tener que prestarsele impoluta a mi joven sicario, pero tenía que hacerle espabilar, o de lo contrario, se me achicaría en cualquier momento …
The "Nookie Roker" Building: Al Capone
Me costó convencerla, pues aún era muy niña, pero al final, conseguí llevarla al Nookie Rooker. Sabía que no era el sitio más romántico del mundo, pero no podía llevarla al Bohemian, donde corría el riesgo de encontrarme con su primo y se podría liar buena.
Ella miró un poco disgustada a su alrededor, aunque intenté con toda mi buena voluntad que la habitación fuese la más decente de todas … Maldita cría, no era exigente ni nada … Mientras se quitaba los guantes y el abrigo, me coloqué justamente detrás de ella y la agarré por la cintura, acercándola contra mi cuerpo. Ella suspiró y a través del espejo que había enfrente de la cama, pude ver como los párpados se cerraron sobre sus ojos. Su cabeza se apoyó en mi hombro y aspiré fuerte el perfume a rosas que desprendían sus cabellos.
Se giró, esta vez con los ojos abiertos y mirandome con aquellos ojos de oro centelleando a la luz de las lámparas de gas de sendas mesillas que había a cada lado de la cama. La acaricié el rostro repetidamente, contemplando su anguloso pero armónico rostro. Ella me sonreía dulce e inocente, que a pesar de haberla desflorado, seguía manteniendo ese aire virginal.
-No sabes cuánto he deseado este momento …-me susurró en italiano, mientras desabrochaba lentamente los botones de mi camisa.
-Yo también …-mentí, para después besar poco a poco su rostro, comenzando por la frente, continuando por los ojos, los pómulos, la barbillas, el hueco de detrás de la mandíbula …
Sus manos temblorosas me quitaron la camisa, acariciando mis fuertes brazos. La agarré fuerte por la nuca y la besé con violencia los brazos. Ella parecía entre medias de corresponderme y de intentar huir de mi fuerza. Me agarró con las uñas del pecho y yo la guié hacia la cama, donde la fui dejando, sin soltarla, tumbada.
Sus cabellos castaños se esparcieron a lo largo del cubre cama de color crema. Mi mano se perdió entre acaricias en su pequeño cuerpo, mientras la iba desnudando poco a poco. Su respiración agitada, como si fuera su primera vez. La besaba dulcemente para calmarla, pues temblaba de arriba a bajo.
Me sentía extraño, ya que no era mi naturaleza ser tan amoroso. Me estaba repimiendo mi verdadera naturaleza sexual porque no quería hacerla daño, ya que me inspiraba ternura. Me puse de rodillas al borde de la cama y lentamente, pasando mis labios por el interior de su muslo, la fui quitando las medias. Podía oírla gemir sutilmente, mientras apretaba el colchón con ambas manos.
-¿Estás nerviosa?-dije, con voz sensual, en italiano.
-No …-dijo con un hilillo de voz.
La apreté bien de las nalgas, mientras me deleitaba besando el interior de sus muslos, pasando la nariz por encima de sus bragas, que desprendían el aroma característico de la excitación, rozando el pequeño bultito que sobresalía sobre lo demás. Se movía delicadamente, apretándome a veces la cabeza con las piernas, cosa que me hacía gracia y se las retiraba suavemente.
Me deslicé por encima de su cuerpo hacia arriba y me quedé justo encima de ella, apoyando el peso de mi cuerpo en mis brazos extendidos. Sus mejillas se habían tornado rosadas y tenía los labios ligeramente más gruesos, con los ojos entornados. Me acerqué y la veces varias veces, mientras rozaba mi sexo sobre el de ella.
Se me agarraba fuertemente a la espalda, incluso llegó a tocarme el trasero, para juntar más mi pelvis contra la suya. Con destreza me deshice del cinturón y los pantalones, los cuales lance bien lejos. Me acarició los muslos, para después, ante mi sorpresa, bajarme los calzones. Luego me acarició el miembro, aún con un poco de temor, pero que hizo que aquella vez me estremeciera yo.
Ahora ya no nos besabamos, sino que nos mordíamos sin compasión, como si desearamos devorarnos en ese mismo instante. Me volteó, dejándome tumbado y se colocó encima mía, sus pechos rozaron mi piel. Sentada sobre mí, se bajó lentamente la cremallera de la falda y se deshizo de ella. Me puso las manos sobre sus muslos, los cuales agarre con fuerza mientras nos movíamos lentamente. Se inclinó sobre mí, besándome lentamente, con los cabellos sobre el rostro, los cuales se los apartaba con una sonrisa.
Cuando se levantó, oscura sobre mí, la sentí como una diosa en todo su esplendor, con los pechos erectos, la espalda arqueada hacía atrás y una cascada de rizos cayendo sobre los hombros. Su boca entre abierta dejaba escapar gemidos de placer, mientras yo me deleitaba acariciando las formas de su cintura, sus redondos pechos … Me sentía como en el cielo, pues, ella sola empezó a moverse y yo estaba allí, parado, disfrutando …
Al largo rato, calló seca y gritando de éxtasis sobre mi pecho, con algunos pelos pegados a la frente sudorosa. Nuestros cuerpos pegajosos desperendían un calor infernal y entonces, dedicí que me tocaba acabar la faena. Sin separarnos, la di la vuelta y la abría las piernas ampliamente, apoyándome sobre mis brazos y moviéndome dentro suya frenéticamente.
Ella lloraba en silencio, con el rostro contraido en una mueca de placer. Hasta que esta vez caí yo sobre ella, mientras me vaciaba dentro suya. Me acariciaba el pelo sienciosa, mientras yo intentaba recuperar el aliento. Me separé de ella con sumo esfuerza, pues estaba agotado de aquella intensa copula. Me tumbé bocarriba, al lado suyo y ella se giró, colocándose de lado y mirándome con ojos amorosos. La sonreí, colocándola los cabellos detrás de la orejita élfica.
-¿Qué pasó?-la dije yo, alzando las orejas.
-Nada …-murmuró sonriente.-Tengo sueño …-se puso remolona y cerró los ojos.
-Yo también …-la besé en la frente- Espero que tu primo no se preocupe por donde andas … Si no, estaré muerto …
-Estará tan borracho que no se preocupará ni de si mismo …Abrázame.-la acerqué mi pecho, mientras recostaba su cabeza sobre el mismo …
Ella miró un poco disgustada a su alrededor, aunque intenté con toda mi buena voluntad que la habitación fuese la más decente de todas … Maldita cría, no era exigente ni nada … Mientras se quitaba los guantes y el abrigo, me coloqué justamente detrás de ella y la agarré por la cintura, acercándola contra mi cuerpo. Ella suspiró y a través del espejo que había enfrente de la cama, pude ver como los párpados se cerraron sobre sus ojos. Su cabeza se apoyó en mi hombro y aspiré fuerte el perfume a rosas que desprendían sus cabellos.
Se giró, esta vez con los ojos abiertos y mirandome con aquellos ojos de oro centelleando a la luz de las lámparas de gas de sendas mesillas que había a cada lado de la cama. La acaricié el rostro repetidamente, contemplando su anguloso pero armónico rostro. Ella me sonreía dulce e inocente, que a pesar de haberla desflorado, seguía manteniendo ese aire virginal.
-No sabes cuánto he deseado este momento …-me susurró en italiano, mientras desabrochaba lentamente los botones de mi camisa.
-Yo también …-mentí, para después besar poco a poco su rostro, comenzando por la frente, continuando por los ojos, los pómulos, la barbillas, el hueco de detrás de la mandíbula …
Sus manos temblorosas me quitaron la camisa, acariciando mis fuertes brazos. La agarré fuerte por la nuca y la besé con violencia los brazos. Ella parecía entre medias de corresponderme y de intentar huir de mi fuerza. Me agarró con las uñas del pecho y yo la guié hacia la cama, donde la fui dejando, sin soltarla, tumbada.
Sus cabellos castaños se esparcieron a lo largo del cubre cama de color crema. Mi mano se perdió entre acaricias en su pequeño cuerpo, mientras la iba desnudando poco a poco. Su respiración agitada, como si fuera su primera vez. La besaba dulcemente para calmarla, pues temblaba de arriba a bajo.
Me sentía extraño, ya que no era mi naturaleza ser tan amoroso. Me estaba repimiendo mi verdadera naturaleza sexual porque no quería hacerla daño, ya que me inspiraba ternura. Me puse de rodillas al borde de la cama y lentamente, pasando mis labios por el interior de su muslo, la fui quitando las medias. Podía oírla gemir sutilmente, mientras apretaba el colchón con ambas manos.
-¿Estás nerviosa?-dije, con voz sensual, en italiano.
-No …-dijo con un hilillo de voz.
La apreté bien de las nalgas, mientras me deleitaba besando el interior de sus muslos, pasando la nariz por encima de sus bragas, que desprendían el aroma característico de la excitación, rozando el pequeño bultito que sobresalía sobre lo demás. Se movía delicadamente, apretándome a veces la cabeza con las piernas, cosa que me hacía gracia y se las retiraba suavemente.
Me deslicé por encima de su cuerpo hacia arriba y me quedé justo encima de ella, apoyando el peso de mi cuerpo en mis brazos extendidos. Sus mejillas se habían tornado rosadas y tenía los labios ligeramente más gruesos, con los ojos entornados. Me acerqué y la veces varias veces, mientras rozaba mi sexo sobre el de ella.
Se me agarraba fuertemente a la espalda, incluso llegó a tocarme el trasero, para juntar más mi pelvis contra la suya. Con destreza me deshice del cinturón y los pantalones, los cuales lance bien lejos. Me acarició los muslos, para después, ante mi sorpresa, bajarme los calzones. Luego me acarició el miembro, aún con un poco de temor, pero que hizo que aquella vez me estremeciera yo.
Ahora ya no nos besabamos, sino que nos mordíamos sin compasión, como si desearamos devorarnos en ese mismo instante. Me volteó, dejándome tumbado y se colocó encima mía, sus pechos rozaron mi piel. Sentada sobre mí, se bajó lentamente la cremallera de la falda y se deshizo de ella. Me puso las manos sobre sus muslos, los cuales agarre con fuerza mientras nos movíamos lentamente. Se inclinó sobre mí, besándome lentamente, con los cabellos sobre el rostro, los cuales se los apartaba con una sonrisa.
Cuando se levantó, oscura sobre mí, la sentí como una diosa en todo su esplendor, con los pechos erectos, la espalda arqueada hacía atrás y una cascada de rizos cayendo sobre los hombros. Su boca entre abierta dejaba escapar gemidos de placer, mientras yo me deleitaba acariciando las formas de su cintura, sus redondos pechos … Me sentía como en el cielo, pues, ella sola empezó a moverse y yo estaba allí, parado, disfrutando …
Al largo rato, calló seca y gritando de éxtasis sobre mi pecho, con algunos pelos pegados a la frente sudorosa. Nuestros cuerpos pegajosos desperendían un calor infernal y entonces, dedicí que me tocaba acabar la faena. Sin separarnos, la di la vuelta y la abría las piernas ampliamente, apoyándome sobre mis brazos y moviéndome dentro suya frenéticamente.
Ella lloraba en silencio, con el rostro contraido en una mueca de placer. Hasta que esta vez caí yo sobre ella, mientras me vaciaba dentro suya. Me acariciaba el pelo sienciosa, mientras yo intentaba recuperar el aliento. Me separé de ella con sumo esfuerza, pues estaba agotado de aquella intensa copula. Me tumbé bocarriba, al lado suyo y ella se giró, colocándose de lado y mirándome con ojos amorosos. La sonreí, colocándola los cabellos detrás de la orejita élfica.
-¿Qué pasó?-la dije yo, alzando las orejas.
-Nada …-murmuró sonriente.-Tengo sueño …-se puso remolona y cerró los ojos.
-Yo también …-la besé en la frente- Espero que tu primo no se preocupe por donde andas … Si no, estaré muerto …
-Estará tan borracho que no se preocupará ni de si mismo …Abrázame.-la acerqué mi pecho, mientras recostaba su cabeza sobre el mismo …
lunes, 16 de marzo de 2009
Hahnemann Hospital: Al Capone
Aún me quedaba otra cita pendiente. Tras salir del Met, me dirigí hacia el hospital donde se encontraba Torrio. Todo iba sobreruedas, pero aún no podía cantar victoria, pues para que todo saliera según el plan, tenía que asegurarme de la retirada de Torrio.
Estaba postrado en la cama, entuvado y con varias vendas, pero ahora se veía mejor que la última vez que le ví, justo después del accidente … Estaba rodeado de sus familiares y su mujer, la cual nada más verme entrar me dio un abrazo. Torrio les mandó retirarse y nos quedamos a solas en la habitación, mientras una de las enfermeras le cambiaba el suero.
-¿Qué tal va, viejo?-dije, mientras le daba unas palmaditas en la mano que se posaba inerte sobre las sábanas.
-Aquí andamos … La verdad que muy cansado de todo esto … Creí que estar enfermo y vaguear estaba bien … Pero me equivoqué, me aburro absolutamente y me pongo nervioso con las visitas … Todos me miran con tristeza … Y eso me da asco …
-Entiendo …
-Tengo ganas de echar patas de este antro … Solo escucho a los demás enfermos quejarse y eso me deprime … Y tú …¿qué me cuentas?
-Me he estado haciendo cargo de varios asuntos … Estoy atando cabos que quedaron pendientes tras el atentado … Hice lo que me recomnedaste, y hay de momento una paz acordada entre las bandas; cada una tiene su zona de influencia y todos contentos de momento.
-Tienes que ser más positivo … Recuerda lo que te dije: hay que ser a veces pacífico para solucionar los problemas; sino, tendrás cada día una bomba delante de tu casa o algún negocio volando por lo aires … Debes de controlar tu temperamento.
-Eso intento … Al menos así me libro de la terapia …
-Ay, Al …-rió en la medida que le dejaban sus costillas- Como se nota que aún eres un crío en todo esto … Pero aún, creas o no, confío en ti : tienes un gran talento y un fuerte carácter para dirigir esto. Eres inteligente, aunque no te lo creas.- Se reincorporó un poco sobre su cama y me hizo que me acercarse más a él, mientras le ayudaba a colocarle las almohadas detrás de la espalada y la nuca- ¿Te creías que no me dí cuenta de lo que me hiciste?-me agarró de la corbata, apretándomela contra la nuez.
Tragé saliva, pero desde hacía tiempo había asumido ese riesgo cuando lo planeé todo. Por detrás de mi pantalón, palpé la pistola por si las moscas … No iba a dejar que un viejo mamón me la jugara. Me soltó y pude a volver a respirar, mientras me recolocaba la corbata.
-Pero ¿sabes? Ya estoy muy mayor para pelear con un joven como tú, con tanta energía … Así que .. He aceptado la derrota y me rindo a tus pies, Al … Eres todo un gangster y te lo ganaste con esfuerzo e inteligencia … Con tu ambición, llegarás muy lejos … Te lo dice un viejo zorro como yo … Te nombro mi sucesor inmediato.- se quedó un momento mirando al vacío, rabia y resignación. Por muy pacífico que era, tenía un orgullo enorme, tan grande como su carisma- Antes de partir a Sicilia, haré una ceremonia como es debido y todas mis posesiones americanas pasarán a ti de manera legal y todos mis hombres pasarán a obedecerte, incluido Yale.
Me recosté sobre mi asiento, sonriendo satisfecho, pero a la vez, sin fiarme demasiado: hasta que no pasara la ceremonia, no podía cantar victoria y debía estar más que atento pues mi vida podía correr peligro en ese pequeño momento transitorio. De nuevo entró la enfermera para mandarme marchar, pues la hora de visita se había terminado. Me levanté, tomando mi abrigo y sombrero.
La mano de Torrio me enganchó con fuerza antes de poder emprender mi camino hacia la puerta. Le miré desde mi altura con seriedad y entonces, el se llevó el reverso de mi mano a su boca y me lo besó, poniéndome su sello en el dedo meñique. Me quedé un poco sorprendido por aquel gesto y definitivamente me fui.
Afuera del hospital, me quedé contra la pared de la puerta principal fumando, mirando a la nada, sumido en mis pensamientos, sin sentir el frío que me envolvía y los coches pasar con sus cegadoras luces, las sirenas de ambulancias y coches de policía … No me lo podía creer: algo con lo que siempre había soñado, algo por lo que tanto había luchado, ahora que lo tenía enfrente de mis narices me producía inseguridad y casi me parecía un sueño del que pronto me podía despertar.
Entonces, una silueta femenina se acercó hacia mí, con el sonido de sus tacones golpeando fuertemente contra la acera, corriendo … Dislumbrándose a través del vaho que salía de las alcantarillas y las luces de los faros de los coches que pasaba de un lado a otro … Parecía un espectro casi fantasmal.
-¿Ada?-murmuré.
Pero no, no era ella. Un rostro dulce, con el pelo largo y hondulado me miraba sonriente, con sus labios pintados de carmín y un lugar distintivo en una de sus mejillas. Era Christina. No me podía creer que hacía aquí …
-¿Te acuerdas de mí?-me dijo, aún sonriente y acaferrándose con fuerza el abrigo de piel al pecho, con las manos enguantadas.
-Sí, claro …-la agarré de la cintura y me la acerqué a un más.- Se te ve muy linda …¿Qué haces tú, aquí, en Nueva York?
-No podía olvidarte …-su rostro estaba muy cerca del mío y podía ver brillas sus ojos miel a la luz de las farolas como si fuera oro- Le pedí a Cesco que me invitara a venir … Que quería conocer la ciudad …
-¿Le dijiste acaso la verdadera excusa?
-No … De lo contrario, no me hubiese dejado venir …-apoyó su pequeña cabecita en mi pecho y respiró profundo- Por las noches aún me embriaga el aroma de tu sudor …
Me aspiró profundamente cerca del cuello de la camisa y noté como sus manos se aferraban aún con más fuerza en mi abrigo. La acaricié los cabellos y me quedé un rato pensando, mientras ella fantaseaba con mi perfume y el tacto de nuestro cuerpos en aquella fría noche …
Entonces, reaccioné y la agarré de los hombros, mientras ella me miraba con dulzura y admiración … Pobre, nunca me haría sentir lo que Ada … La sonreí, acariciándole sus ronsojadas mejillas, mientras ella cerraba los ojos gozosa del paso de mi gélida mano por su ardiente rostro.
-Debes de estar hambrienta … Vayamos a cenar a un sitio y después te llevo a ver un cine, ¿Vale?
-¿De veras? Cualquier cosa contigo me parece maravillosa …
Se me agarró al brazo y entramos en mi coche. Aquella noche, no creía que fuera a cenar a casa …
Estaba postrado en la cama, entuvado y con varias vendas, pero ahora se veía mejor que la última vez que le ví, justo después del accidente … Estaba rodeado de sus familiares y su mujer, la cual nada más verme entrar me dio un abrazo. Torrio les mandó retirarse y nos quedamos a solas en la habitación, mientras una de las enfermeras le cambiaba el suero.
-¿Qué tal va, viejo?-dije, mientras le daba unas palmaditas en la mano que se posaba inerte sobre las sábanas.
-Aquí andamos … La verdad que muy cansado de todo esto … Creí que estar enfermo y vaguear estaba bien … Pero me equivoqué, me aburro absolutamente y me pongo nervioso con las visitas … Todos me miran con tristeza … Y eso me da asco …
-Entiendo …
-Tengo ganas de echar patas de este antro … Solo escucho a los demás enfermos quejarse y eso me deprime … Y tú …¿qué me cuentas?
-Me he estado haciendo cargo de varios asuntos … Estoy atando cabos que quedaron pendientes tras el atentado … Hice lo que me recomnedaste, y hay de momento una paz acordada entre las bandas; cada una tiene su zona de influencia y todos contentos de momento.
-Tienes que ser más positivo … Recuerda lo que te dije: hay que ser a veces pacífico para solucionar los problemas; sino, tendrás cada día una bomba delante de tu casa o algún negocio volando por lo aires … Debes de controlar tu temperamento.
-Eso intento … Al menos así me libro de la terapia …
-Ay, Al …-rió en la medida que le dejaban sus costillas- Como se nota que aún eres un crío en todo esto … Pero aún, creas o no, confío en ti : tienes un gran talento y un fuerte carácter para dirigir esto. Eres inteligente, aunque no te lo creas.- Se reincorporó un poco sobre su cama y me hizo que me acercarse más a él, mientras le ayudaba a colocarle las almohadas detrás de la espalada y la nuca- ¿Te creías que no me dí cuenta de lo que me hiciste?-me agarró de la corbata, apretándomela contra la nuez.
Tragé saliva, pero desde hacía tiempo había asumido ese riesgo cuando lo planeé todo. Por detrás de mi pantalón, palpé la pistola por si las moscas … No iba a dejar que un viejo mamón me la jugara. Me soltó y pude a volver a respirar, mientras me recolocaba la corbata.
-Pero ¿sabes? Ya estoy muy mayor para pelear con un joven como tú, con tanta energía … Así que .. He aceptado la derrota y me rindo a tus pies, Al … Eres todo un gangster y te lo ganaste con esfuerzo e inteligencia … Con tu ambición, llegarás muy lejos … Te lo dice un viejo zorro como yo … Te nombro mi sucesor inmediato.- se quedó un momento mirando al vacío, rabia y resignación. Por muy pacífico que era, tenía un orgullo enorme, tan grande como su carisma- Antes de partir a Sicilia, haré una ceremonia como es debido y todas mis posesiones americanas pasarán a ti de manera legal y todos mis hombres pasarán a obedecerte, incluido Yale.
Me recosté sobre mi asiento, sonriendo satisfecho, pero a la vez, sin fiarme demasiado: hasta que no pasara la ceremonia, no podía cantar victoria y debía estar más que atento pues mi vida podía correr peligro en ese pequeño momento transitorio. De nuevo entró la enfermera para mandarme marchar, pues la hora de visita se había terminado. Me levanté, tomando mi abrigo y sombrero.
La mano de Torrio me enganchó con fuerza antes de poder emprender mi camino hacia la puerta. Le miré desde mi altura con seriedad y entonces, el se llevó el reverso de mi mano a su boca y me lo besó, poniéndome su sello en el dedo meñique. Me quedé un poco sorprendido por aquel gesto y definitivamente me fui.
Afuera del hospital, me quedé contra la pared de la puerta principal fumando, mirando a la nada, sumido en mis pensamientos, sin sentir el frío que me envolvía y los coches pasar con sus cegadoras luces, las sirenas de ambulancias y coches de policía … No me lo podía creer: algo con lo que siempre había soñado, algo por lo que tanto había luchado, ahora que lo tenía enfrente de mis narices me producía inseguridad y casi me parecía un sueño del que pronto me podía despertar.
Entonces, una silueta femenina se acercó hacia mí, con el sonido de sus tacones golpeando fuertemente contra la acera, corriendo … Dislumbrándose a través del vaho que salía de las alcantarillas y las luces de los faros de los coches que pasaba de un lado a otro … Parecía un espectro casi fantasmal.
-¿Ada?-murmuré.
Pero no, no era ella. Un rostro dulce, con el pelo largo y hondulado me miraba sonriente, con sus labios pintados de carmín y un lugar distintivo en una de sus mejillas. Era Christina. No me podía creer que hacía aquí …
-¿Te acuerdas de mí?-me dijo, aún sonriente y acaferrándose con fuerza el abrigo de piel al pecho, con las manos enguantadas.
-Sí, claro …-la agarré de la cintura y me la acerqué a un más.- Se te ve muy linda …¿Qué haces tú, aquí, en Nueva York?
-No podía olvidarte …-su rostro estaba muy cerca del mío y podía ver brillas sus ojos miel a la luz de las farolas como si fuera oro- Le pedí a Cesco que me invitara a venir … Que quería conocer la ciudad …
-¿Le dijiste acaso la verdadera excusa?
-No … De lo contrario, no me hubiese dejado venir …-apoyó su pequeña cabecita en mi pecho y respiró profundo- Por las noches aún me embriaga el aroma de tu sudor …
Me aspiró profundamente cerca del cuello de la camisa y noté como sus manos se aferraban aún con más fuerza en mi abrigo. La acaricié los cabellos y me quedé un rato pensando, mientras ella fantaseaba con mi perfume y el tacto de nuestro cuerpos en aquella fría noche …
Entonces, reaccioné y la agarré de los hombros, mientras ella me miraba con dulzura y admiración … Pobre, nunca me haría sentir lo que Ada … La sonreí, acariciándole sus ronsojadas mejillas, mientras ella cerraba los ojos gozosa del paso de mi gélida mano por su ardiente rostro.
-Debes de estar hambrienta … Vayamos a cenar a un sitio y después te llevo a ver un cine, ¿Vale?
-¿De veras? Cualquier cosa contigo me parece maravillosa …
Se me agarró al brazo y entramos en mi coche. Aquella noche, no creía que fuera a cenar a casa …
Los Angeles: Ada Swarty
A las pocas semanas, comenzamos a rodar. Estaba completamente entusiasmada y llamé a Jimmy para contarle mis primeras impresiones.
-¡Jimmy! ¡Esto es increíble, amor! ¡Ojalá tú también pudieras estar aquí para verlo!
-Me alegro de que te estés divirtiendo al menos.
-Sí … Ya grabamos unas cuantas escenas: una de ellas resultó ser una fiesta en Navidad y fue genial. Había un ambiente muy animado, como si todo fuese una gran fiesta. Tuve un solo de claqué y me sentí en ese momento mue importante, ¿sabes? Como esas grandes estrellas del cine … Pero prefiero no creérmelo aún; ¡no dejes que se me suba a la cabeza!. Lo que más miedo me da es la crítica …
-Bueno, relájate … Si quieres, para Año Nuevo puedo pedir unos días libres y te voy a hacer una visita.
-¡Eso sería fantástico! Conozco un sitio perfecto al que llevarte.
-¡Pero si solo llevas unos días! ¿Ya te conoces la ciudad entera?-rió.
-Bueno, tengo buenos guías …-dije, sonriéndome a mi misma, mientras enrrollaba el cable del teléfono entre mis dedos.
La verdad es que el señor Di Stefano se lo estaba ganando a pulso. No paraba de colmarme con regalos y detalles, y siempre andaba pendiente de que nada me faltase. Era un hombre tan atractivo … Pero no podía. Me prometí a mi misma que nada mientras andase en marcha la producción. Siempre habría algún bocazas por allí rondando que podía joderlo todo y no quería empezar mi carrera hacia el estrellato con el mote de “puta”.
Una vez echa la vista a la escena, me vino a felicitar personalmente. Me tomó de los hombros y me miró como un padre orgulloso de su pequeña. Me sonrió, mientras observaba divertidad como se le movía el fino bigotillo al estirarse la piel de encima de los labios.
-Tienes talento, Ada … Sabía que podía confiar en ti.
-Gracias …-dije apartando la mirada y poniéndome un poco roja. Nadie me había reconocido mi talento en mucho tiempo.
-Te quiero presentar a alguien, al que le hablé muy bien de ti …-desde las sombras apareció un joven, no tan joven, pero aún así se mantenía como tal; de ojos oscuros y que me resultaba extrañamente familiar.
-¿Charles Chaplin …?-musité, no dando crédito a mis ojos. No podía creer que tuviese enfrente mía a un gran actor.
-¡Vaya! Creo que ya no hace falta más presentaciones …¿cierto?-me dijo en aquel acento inglés que le hacía parecer todo un gentleman, mientras me besaba la mano como todo un caballero- Encantado de conocerla señorita … Hizo un trabajo excelente; tiene mucho talento.
-Me van a hacer sonrojar entre todos …-dije llevándome las manos al rostro y haciéndome la remolona, mientras sonreía de felicidad en todo momento- Además, aún no terminó la película ni salió a la calle … Habrá que ver la opinión del exterior, tanto del público como de los periodistas.
-Te tomas tu trabajo en serio … Me gusta, al menos no eres una petarda que busca la fama-añadió, sonriendo Charles.
-¡Vaya!Creo que debería tomarme eso como un piropo-me puse en jarras a manera burlona, pero a la vez aquel comentario me hizo gracia.- Soy más que un cuerpo bonito …-me puse chula, dándome una vuelta sobre mi eje para exibirme.
Me encantaba notar como me comían con la mirada … Eso aumentaba mi ego de manera considerable. Aunque notaba como Di Stefano se ponían un poco celoso, como si le estuvieran quitando a su presa. Me acerqué a él y me colgé del hombro; no quería perderle de todas maneras, un poco de diversión nunca venía mal.
-¿A qué viene esa cara tan larga, papi?-le hice pucheritos para hacerle reír.
-Nada, cariño … Simplemente me asombra que no soy el único en caer en tu campo electromagnético.
-Sí, es como si fueras una hechicera … O una bruja.
-Lo último me gusta más-dije disparándole con un dedo y guiñando un ojo.
-Bueno, amigos … Fue un placer conocerla señorita, pero tengo que irme … Estoy aquí al lado en el rodaje de otra película.
-¿Cómo se llama?-pregunté interesada, pues él era uno de mis actores preferidos.
- “La quimera del oro” … Estará lista para el año que viene.
-Me muero por verla … Espero ir el mismo día del estreno.
-Yo mismo me encargaré de que así sea …-me hizo una graciosa reverencia al más puro estilo Charlot.
Me reí con ganas y me despedí con tristeza. Me quedé al lado de Di Stefano viéndole marchar, notando el calor de su cuerpo.
-¿Te gusta?
-No está mal, ¿no?-le miré juguetona.
-¿Quieres que te consiga una cita con él?
-De momento no …-me volteé para dirigirme de nuevo al set y prepararme para la próxima escena, esta vez, una de amor …
-¡Jimmy! ¡Esto es increíble, amor! ¡Ojalá tú también pudieras estar aquí para verlo!
-Me alegro de que te estés divirtiendo al menos.
-Sí … Ya grabamos unas cuantas escenas: una de ellas resultó ser una fiesta en Navidad y fue genial. Había un ambiente muy animado, como si todo fuese una gran fiesta. Tuve un solo de claqué y me sentí en ese momento mue importante, ¿sabes? Como esas grandes estrellas del cine … Pero prefiero no creérmelo aún; ¡no dejes que se me suba a la cabeza!. Lo que más miedo me da es la crítica …
-Bueno, relájate … Si quieres, para Año Nuevo puedo pedir unos días libres y te voy a hacer una visita.
-¡Eso sería fantástico! Conozco un sitio perfecto al que llevarte.
-¡Pero si solo llevas unos días! ¿Ya te conoces la ciudad entera?-rió.
-Bueno, tengo buenos guías …-dije, sonriéndome a mi misma, mientras enrrollaba el cable del teléfono entre mis dedos.
La verdad es que el señor Di Stefano se lo estaba ganando a pulso. No paraba de colmarme con regalos y detalles, y siempre andaba pendiente de que nada me faltase. Era un hombre tan atractivo … Pero no podía. Me prometí a mi misma que nada mientras andase en marcha la producción. Siempre habría algún bocazas por allí rondando que podía joderlo todo y no quería empezar mi carrera hacia el estrellato con el mote de “puta”.
Una vez echa la vista a la escena, me vino a felicitar personalmente. Me tomó de los hombros y me miró como un padre orgulloso de su pequeña. Me sonrió, mientras observaba divertidad como se le movía el fino bigotillo al estirarse la piel de encima de los labios.
-Tienes talento, Ada … Sabía que podía confiar en ti.
-Gracias …-dije apartando la mirada y poniéndome un poco roja. Nadie me había reconocido mi talento en mucho tiempo.
-Te quiero presentar a alguien, al que le hablé muy bien de ti …-desde las sombras apareció un joven, no tan joven, pero aún así se mantenía como tal; de ojos oscuros y que me resultaba extrañamente familiar.
-¿Charles Chaplin …?-musité, no dando crédito a mis ojos. No podía creer que tuviese enfrente mía a un gran actor.
-¡Vaya! Creo que ya no hace falta más presentaciones …¿cierto?-me dijo en aquel acento inglés que le hacía parecer todo un gentleman, mientras me besaba la mano como todo un caballero- Encantado de conocerla señorita … Hizo un trabajo excelente; tiene mucho talento.
-Me van a hacer sonrojar entre todos …-dije llevándome las manos al rostro y haciéndome la remolona, mientras sonreía de felicidad en todo momento- Además, aún no terminó la película ni salió a la calle … Habrá que ver la opinión del exterior, tanto del público como de los periodistas.
-Te tomas tu trabajo en serio … Me gusta, al menos no eres una petarda que busca la fama-añadió, sonriendo Charles.
-¡Vaya!Creo que debería tomarme eso como un piropo-me puse en jarras a manera burlona, pero a la vez aquel comentario me hizo gracia.- Soy más que un cuerpo bonito …-me puse chula, dándome una vuelta sobre mi eje para exibirme.
Me encantaba notar como me comían con la mirada … Eso aumentaba mi ego de manera considerable. Aunque notaba como Di Stefano se ponían un poco celoso, como si le estuvieran quitando a su presa. Me acerqué a él y me colgé del hombro; no quería perderle de todas maneras, un poco de diversión nunca venía mal.
-¿A qué viene esa cara tan larga, papi?-le hice pucheritos para hacerle reír.
-Nada, cariño … Simplemente me asombra que no soy el único en caer en tu campo electromagnético.
-Sí, es como si fueras una hechicera … O una bruja.
-Lo último me gusta más-dije disparándole con un dedo y guiñando un ojo.
-Bueno, amigos … Fue un placer conocerla señorita, pero tengo que irme … Estoy aquí al lado en el rodaje de otra película.
-¿Cómo se llama?-pregunté interesada, pues él era uno de mis actores preferidos.
- “La quimera del oro” … Estará lista para el año que viene.
-Me muero por verla … Espero ir el mismo día del estreno.
-Yo mismo me encargaré de que así sea …-me hizo una graciosa reverencia al más puro estilo Charlot.
Me reí con ganas y me despedí con tristeza. Me quedé al lado de Di Stefano viéndole marchar, notando el calor de su cuerpo.
-¿Te gusta?
-No está mal, ¿no?-le miré juguetona.
-¿Quieres que te consiga una cita con él?
-De momento no …-me volteé para dirigirme de nuevo al set y prepararme para la próxima escena, esta vez, una de amor …
Metropolitan Museum of Art: Al Capone
Al poco de recibir la llamada, tomé mi chaqueta y el abrigo y salí corriendo de casa. Un Umberto medio dormido me pilló en plena huida en la entrada. Se rascó la cabeza con los ojos semicerrados mientras yo cogía la bufanda y el sombrero.
-¿A dónde vas con tanta prisa?
-Tengo un asunto pendiente … No tardaré en volver- abría la puerta y antes de salir añadí- Dile a Mae que vuelvo para la cena.
-Está bien …-se volteó hacia la cocina, con los calzones de dormir aún puestos. Me sonreí divertido y me puse en marcha.
Había nevado la noche anterior la espesura de la nieve subió. Aunque andaba con prisa, debía de ser cauteloso con mi conducción, pues podía meterme una buena sino ponía precaución. Llegué al Met lo que me permitió la circulación. Hacía aún más frío en el centro, parecía increíble … Al entrar, pregunté por la señorita McArthur y me preguntaron qué quería.
-Solo hacerla una visita de cortesía …-y le guiñé el ojo cómplice para que pareciese todo más creíble. El guardia me miró con una ceja alzada y me pidió que le acompañase.
Bajamos a la parte baja del museo, donde supuestamense se encontraban los despachos y las salas de investigación. Miraba a mi alrededor maravillado, pues nunca había estado en un museo y todas aquellas piezas tan extrañas, pertenecientes a otras culturas y épocas me parecieron fascinantes. Algún día traería a Sonny cuando fuese más mayor …
En ese mismo instante, llamé ligeramente a la puerta y sin esperar respuesta, entré. Me quedé sorprendido al no encontrarme a la señorita McArthur sola. A su lado, se encontraba un hombre bastante más alto que yo y moreno … Parecía árabe o algo de eso, pero no iba vestido como tal.
-¿Interrumpo algo?-dije sonriente, intentando disimular el mal rato que estaba pasando. Se me quedaron mirando sin saber que decir y McArthur se quitó las gafas.
-No-dijo ella contundente, mientras el otro la miraba sin dar crédito- Firas, te presento a Alphonse Capone, un amigo …-y diciendo esto, bajo la voz y la mirada como un poco incómoda por la situación que se le había presentado.
El hombre se me acercó desganado y me estrechó la mano por pura cordialidad. Me miraba con mirada fija y seria, como si estuviera analizándome. Yo sonreía o apretaba los dientes fuertemente intentando disimular mi temor por aquel grandullón.
-Es un placer, señor Capone … Aunque le resulte gracioso, su nombre me resulta conocido … Creo haberlo oído por alguna parte.
-Lo dudo-y me quité el sombrero, mientras me volvía a peinar con la mano como podía, de puro nerviosismo.
-En fin … Creo que aquí sobro … Ya hablarems después Eve … Recuerda lo que te dije …-dejó caer sus últimas palabras mientras cerraba la puerta tras su salida.
-Como tú digas …-respondió medio indiferente. Una vez cerrada la puerta, se me acercó apresurada y me dio una bofetada - ¿Cómo es que te me presentas aquí? Tu objetivo es Boris, ¡no yo!
-Vale tranquila, pero solo quería pasarme para darte las gracias y que mi visita no sea ni tan directa o sospechosa como ya lo es … Es más fácil simular ser amante tuyo para llegar Boris con discrección …-me la quedé mirando fijamente a aquellos ojos grandes de color chocalate y la tomé uno de los rizos que acariciaban sus mejillas y se le salían del moño, recogido por la parte de atrás- Aunque eso disimular solo si tú quieres …
-¡Quita de encima, hombre!- me dio un manotazo en el reverso de la mano que escocía como mil demonios - No tengo el mínimo interés … Aparte que no le puedo hacer eso a Ada, que es mi amiga …
-Ada es una puta … No creo siquiera que se molestase porque te me tirases al cuello …
-Siento cierto rencor en tus palabras …-dijo riendo, mientras volvía a su escritorio.
-Eso que te lo cuente ella si quiere cuando vuelva de su aventura hollywoodiense … Pero vayamos al grano, ya que es así como deseas …-me apoyé sobre la mesa y la miré ahora serio - Tú dime donde se encuentra el Boris ese y yo me encargaré de él …
-¿No le irás a hacer nada malo? Recuerda que yo le necesito para mis asuntos …
-Sí, sí, ya sé-dije mientras me voleteaba con los brazos en jarras- Pero dime, ¿dónde está?
-Debe de estar en su despacho … Vino a pedirme unos papeles hace un rato y de paso me dijo que cancelaba su viaje Boston … Por eso llamé enseguida.
-Entiendo … Bien, gracias por todo, en serio, señorita McArthur, se la está jugando pero aún así, no se que tipo de intereses la mueven para aliarse conmigo, pero deben de ser muy fuertes.
-Si quiero conseguir algo, lo consigo a toda costa … Incluyendo si tengo que pactar con el diablo.
-Gracias por el piropo- dije sonriendo, me volví a poner el sombrero y la llegué a alcanzar la mano y se la besé a modo de despedida- Que tenga buena suerte …
-Lo mismo digo …-dijo, y por fin pude sacarla una sonrisa.
Me dirigí hacia el despacho de Boris, fijándome en la placa de la puerta, pues se me olvidó antes de marcharme preguntar. De verdad, las mujeres me traían loco … Debía aprender a controlarme.
-¿A dónde vas con tanta prisa?
-Tengo un asunto pendiente … No tardaré en volver- abría la puerta y antes de salir añadí- Dile a Mae que vuelvo para la cena.
-Está bien …-se volteó hacia la cocina, con los calzones de dormir aún puestos. Me sonreí divertido y me puse en marcha.
Había nevado la noche anterior la espesura de la nieve subió. Aunque andaba con prisa, debía de ser cauteloso con mi conducción, pues podía meterme una buena sino ponía precaución. Llegué al Met lo que me permitió la circulación. Hacía aún más frío en el centro, parecía increíble … Al entrar, pregunté por la señorita McArthur y me preguntaron qué quería.
-Solo hacerla una visita de cortesía …-y le guiñé el ojo cómplice para que pareciese todo más creíble. El guardia me miró con una ceja alzada y me pidió que le acompañase.
Bajamos a la parte baja del museo, donde supuestamense se encontraban los despachos y las salas de investigación. Miraba a mi alrededor maravillado, pues nunca había estado en un museo y todas aquellas piezas tan extrañas, pertenecientes a otras culturas y épocas me parecieron fascinantes. Algún día traería a Sonny cuando fuese más mayor …
En ese mismo instante, llamé ligeramente a la puerta y sin esperar respuesta, entré. Me quedé sorprendido al no encontrarme a la señorita McArthur sola. A su lado, se encontraba un hombre bastante más alto que yo y moreno … Parecía árabe o algo de eso, pero no iba vestido como tal.
-¿Interrumpo algo?-dije sonriente, intentando disimular el mal rato que estaba pasando. Se me quedaron mirando sin saber que decir y McArthur se quitó las gafas.
-No-dijo ella contundente, mientras el otro la miraba sin dar crédito- Firas, te presento a Alphonse Capone, un amigo …-y diciendo esto, bajo la voz y la mirada como un poco incómoda por la situación que se le había presentado.
El hombre se me acercó desganado y me estrechó la mano por pura cordialidad. Me miraba con mirada fija y seria, como si estuviera analizándome. Yo sonreía o apretaba los dientes fuertemente intentando disimular mi temor por aquel grandullón.
-Es un placer, señor Capone … Aunque le resulte gracioso, su nombre me resulta conocido … Creo haberlo oído por alguna parte.
-Lo dudo-y me quité el sombrero, mientras me volvía a peinar con la mano como podía, de puro nerviosismo.
-En fin … Creo que aquí sobro … Ya hablarems después Eve … Recuerda lo que te dije …-dejó caer sus últimas palabras mientras cerraba la puerta tras su salida.
-Como tú digas …-respondió medio indiferente. Una vez cerrada la puerta, se me acercó apresurada y me dio una bofetada - ¿Cómo es que te me presentas aquí? Tu objetivo es Boris, ¡no yo!
-Vale tranquila, pero solo quería pasarme para darte las gracias y que mi visita no sea ni tan directa o sospechosa como ya lo es … Es más fácil simular ser amante tuyo para llegar Boris con discrección …-me la quedé mirando fijamente a aquellos ojos grandes de color chocalate y la tomé uno de los rizos que acariciaban sus mejillas y se le salían del moño, recogido por la parte de atrás- Aunque eso disimular solo si tú quieres …
-¡Quita de encima, hombre!- me dio un manotazo en el reverso de la mano que escocía como mil demonios - No tengo el mínimo interés … Aparte que no le puedo hacer eso a Ada, que es mi amiga …
-Ada es una puta … No creo siquiera que se molestase porque te me tirases al cuello …
-Siento cierto rencor en tus palabras …-dijo riendo, mientras volvía a su escritorio.
-Eso que te lo cuente ella si quiere cuando vuelva de su aventura hollywoodiense … Pero vayamos al grano, ya que es así como deseas …-me apoyé sobre la mesa y la miré ahora serio - Tú dime donde se encuentra el Boris ese y yo me encargaré de él …
-¿No le irás a hacer nada malo? Recuerda que yo le necesito para mis asuntos …
-Sí, sí, ya sé-dije mientras me voleteaba con los brazos en jarras- Pero dime, ¿dónde está?
-Debe de estar en su despacho … Vino a pedirme unos papeles hace un rato y de paso me dijo que cancelaba su viaje Boston … Por eso llamé enseguida.
-Entiendo … Bien, gracias por todo, en serio, señorita McArthur, se la está jugando pero aún así, no se que tipo de intereses la mueven para aliarse conmigo, pero deben de ser muy fuertes.
-Si quiero conseguir algo, lo consigo a toda costa … Incluyendo si tengo que pactar con el diablo.
-Gracias por el piropo- dije sonriendo, me volví a poner el sombrero y la llegué a alcanzar la mano y se la besé a modo de despedida- Que tenga buena suerte …
-Lo mismo digo …-dijo, y por fin pude sacarla una sonrisa.
Me dirigí hacia el despacho de Boris, fijándome en la placa de la puerta, pues se me olvidó antes de marcharme preguntar. De verdad, las mujeres me traían loco … Debía aprender a controlarme.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)