Bajamos de la mano corriendo las escaleras. Me sentía flotando, como si no creyense que por una vez, una mujer venía pidiéndome fiesta. Fuimos probando cada uno de los pomos de las puertas hasta que encontramos una abierta y entramos entre besos sofocados y alocados dentro del cuarto. Cerré la puerta de un portazo y nos comenzamos a desnudar rápidamente, sin separar nuestras bocas.
Mientras aspiré el arona que desprendía su nuca, la ayude a quitarse el sostén. Se me volteó y cotemplé maravillado la caída de aquellos blanquísimos pechos, grandes, que revosaban de mi mano. Ella me sonreí, mientras me apretaba contra ella, tan pequeña, agarrándome el trasero.
-¿Te gustan?-me preguntó picantona.
-Más de lo que piensas … Pero la cuestión es, ¿te gusto yo a ti?
-¿Por qué no? Eres muy guapo y tienes unos ojos preciosos …-me apartó el pelo de la cara con dedicación.
-La otra vez no parecía agradarte demasiado …
-El que no me agrada es tu hermano …-me agarró de la camisa desabrochada para quedarme más cerca de su boca- Aunque seaís de la misma sangre, no significa que tenga que odiarte a ti también …
-Estás despechada …-me besó con violencia en la boca. Al separarnos la sonreí, acariciándola aquel ovalado y bello rostro- Pero aún así, tan violenta y dulce a la vez, me gustas más …
Nos fuisionamos en un beso acompañado de un brazo. La subí a horcajadas mía y me dejé caer sobre ella encima de la cama. Rebotamos unas cuantas veces y nos reímos. Al parar, nos quedamos mirando un momento con los ojos brillantes. La acaricié los cabellos rubios en un acto de ternura, interrumpido por su ferocidad sexual.
Me rodeó con ambas piernas alrededor de la cadera, haciendo chocar su sexo contra el mío. Me deshice de la camisa y entre los dos, acabé quitándome el pantalón y demases. Me acerqué al borde de la cama y la abrí las piernas de par en par. Ella, sentada justo al borde, arqueaba la espalda, echando la cabeza hacia atrás mientras yo me movía automáticamente dentro suya, conteniéndome las ganas de abalanzarme sobre su cuello.
Me agarraba fuerte a sus caderas, de cuando en cuando hincando las uñas en sus carnes. Ella me agarraba de los pelos de la nuca, mientras yo miraba embelesado el movimiento de sus pechos, subiendo y bajando de manera alocada. Apretando los dientes, me separé de ella y la dí la vuelta. Ella calló de boca sobre la cama ya deshecha.
Levanté sus caderas y la penetré por detrás. Ella gimió fuerte, como si no se esperara aquello. Ahora mi vista no se quitaba de cómo mi pene entraba dentro suya … Hacia tiempo que no veía desde tan atrás … Desde mis tiempos despreocupados en New York, cuando salía de putas con Al.
Eché un vistazo hacia el espejo y la veía retorcese gozosa, con los ojos semiabiertos, mordiendo las sábanas … La podía sentir, como me apretaba desde dentro, las contracciones … Todo. No iba a durar mucho, así que alcancé a subirla para mientras la daba duro, la agarraba los pechos.
Con unas últimas sacudidas, terminé sobre ella, lentamente, saboreando los últimos instantes que estaría dentro de ella … Ella cayó de nuevo sobre la cama, al mismo tiempo que me salía de ella. Me agarré a los barrotes de la cama agotado, trantando de recuperar el aliento. La miré tumbada sobre la cama.
Era tan hermosa: sus ojos brillaban estando incluso semicerrados, la punta de su nariz y su mejillas estaban rojas como manzanas y el pelo alborotado, brillante como nunca, se le pegaba a las partes sudorosas, tanto de su cuerpo como de su rostro … Me senté hacia su lado y la tomé, abrazándola, para sentir su cálido cuerpo contra el mío.
No me miró, por más que la acariciaba. Sus ojos celestes, más claros que los míos, denotaban cierta melancolía. En ese momento, me sentí un poco miserable por no ser yo el dueño de su corazón …
-¿En qué piensas?-comenté, tratando de ser comprensivo.
-Cosas … No quiero aburrirte …
-Yo tampoco quiero ser entrometido …
-No lo eres, tranquilo, tú no tienes la culpa de nada … Soy yo, que te he utilizado como una puta guarra que soy … Deberas, no soy así …
-No me importa como eres …-la levanté lentamente el mentó y la obligé a mirarme con sutileza- Solo me importa que estés bien en este momento …
Me besó tímidamente en los labios, pero aquello no me convenció de que se encontrase mejor. Sabía que sentía compasión por mí y una rabia enorme hacia su verdadero amor … No podía cambiar eso, pero al menos me podía conformar con haberla tenía tal y como estaba en mis brazos … Un ángel tan delicado y refinado como ella, al que nunca estuve acostumbrado …
domingo, 17 de mayo de 2009
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