domingo, 17 de mayo de 2009

Lenington Hotel: Al Capone


Aquella noche iba a ser una de las más importantes de mi vida. Torrio, antes de irse a Basilicata , para pasar el resto de sus días en su tierra natal, iba a hacerme un nombramiento digno de emperadores, para que no tuviera ningún problema de ahora en adelante. A pesar del rencor que me guardaba por habérsela jugado tan vilmente, él sabía de sobra que a ningún otro podría dejar su negocio con tanta tranquilidad.

Elegimos el Lenington Hotel, un edificio relativamente nuevo, donde Torrio ya había anclado un importante negocio encubierto, como era el juego. Decidí que allí estabecería mi centro de operaciones, pues el juego, junto con las prostitutas de lujo que podría meter allí, estaría más protegidos. Por más que los policías hicieran redadas en los demás tinglados, siempre tendría asegurado el sitio, custodiado por mis hombres de confianza.

Torrio, vestido más elegante que nunca, con un traje italiano, aún andaba en silla de ruedas, pero eso no le impidió venir. Ya no tenía ninguna herida o contusión patente, por lo tanto hizo acto de presencia para pasarme el testigo y tranquilizar a las masas escépticas, por mi propio … Me dolió el haberle puteado, pero si no, nunca me hubiera hecho ganar su respeto absoluto … Reunidos el pequeño grupo de élite, antes de que llegaran los demás invitados para posterior fiesta, en el comedor, cenamos en paz y armonía. La camadería era evidente, pero uno, no se podía fiar ni de su sombra, así que, por aquella noche, guardé las distancias con los demás miembros, a los que pasé por encima en poco tiempo, para dar a entender que no me la podrían jugar tan fácilmente. Las apariencias era importantes para transmitir un mensaje que con las palabras no eran tan impactantes …

Umberto y Francesco, después de Torrio, formaban mi círculo más cercano y de confianza. Miré a mi hermano y mi mejor amigo de la infancia para que estuvieran alerta de cualquier gesto sospechoso; no quería que en mi propia noche de gloria me la jugara algún hijo de puta inconforme. Tras terminar la cena, a punto de dar paso al postre, Torrio, desde la altura de su silla, alzó la copa de vino tinto en señal de brindis.

-Por Al-dijo, mirando a cada uno de los presentes y después posando su brillante mirada en mí- Siempre confié en ti y en tu talento- se dirigió ahora a los demás presentes- Y por eso, has llegado donde estás ahora … Tienes juventud, cosa que a mí ya me falta … Espero que tengas éxito y sepas llevar con mucha dignidad el negocio que dejo en tus manos.¡Salud!

-¡Salud!-dijeron todos al unisono, adelantando las copas sin rozarse.

Llegó el postre: tiramisù. No me gustaba mucho, pero aproveché que estaba hecho por uno de los pasteleros italianos más prestigiosos de la ciudad. Exquisito. Después, en bandeja de plata, un camarero fue uno a uno de los invitados importantes ofreciendo puros habanos. Salimos al salón de baile, que estaba lleno tanto de putas como muchachitas preciosas. Pedí exclusivamente un Templeton Rye que mandé traer desde Iowa, y que me costó un ojo de la cara, pero aquella era mi noche y me podía permitir ese tipo de caprichos.

Todos, al entrar al salón, se volvieron como cabras, arrimando la cebolleta a todo coño que olían. En ese momento, vi como Torrio se preparaba para marchar. Me acerqué para despedirme, antes de integrarme por completo a la fiesta. Nos dimos un fuerte abrazo, seguido de un apretón de mano.

-Gracias, Johnny -le tomé los hombros y le miré emocionado; había sido como un padre para mí- De verdad, no sabes lo que significas para mí …

-Y tú para mí …-me dio unas palmaditas en la cara de forma cariñosa- Te deseo toda la suerte del mundo … Si tienes algún problema, no dudes en llamarme …

-Te llamaré aunque no la necesite …

-Anda, deja de decir ya esas cosas que pareces marica…-nos reímos y por fin nos separamos, mientras unos hombres ayudaban a subirse al coche a Torrio.

De nuevo entré en la sala y me encontré a un tímido Ben en un rincón, tomando en silencio. Me acerqué a él y le di unas palmadas en la espalda. Me miró con ojos desconcertados.

-¿Te diviertes muchacho?-intenté parecer amistoso.

-No mucho, dejé plantada a mi novia por venir aquí … No pinto nada.

-¡Qué dices! ¡Eres de la familia! Mira, si lo que hechas de menos es el amor de una mujer, te puedo conseguir a la que quieras …

-No, gracias …

-¡Vamos! ¡No me seas calzonazos! ¡Diviértete como un hombre!¿Acaso va a venir tu mujercita a vigilar tus pasos?

Se encogió de hombros dando un largos suspiro. Eché un vistazo a mi alrededor, y vi a una jovencita, de aire virginal, actuando en el escenario. No seguía la moda, pues llevaba el pelo bastante largo, con tirabuzones, y cantaba canción antiguas de aire meláncolico, y con contenido picantón.



-¿Ves a esa de allí? Es tuya- me miró perplejo, con el ceño fruncido- Ya es hora de que pruebes el dulce aroma y tacto de una virgen …-le di unas palmaditas en el hombro, ignorando su la mirada de odio que me dirigía, como si hubiera ofendido a su putita.

Le di un codazo a Francesco, que áun andaba ebrio y le pedí que me presentase a la muchachita en cuestión, pero que antes preguntara si era virgen. Siguió mis instrucciones y se colocó sigilosamente detrás de la bambalinas. La chica hizo una graciosa reverencia y desapareció detrás del telón. Me volví para el chico y le ofrecí un puro. Me lo cogió por miedo a rechazaro más que por gusto. Esperamos pacientemente, hasta que por fin se dignaron ambos en hacer acto de presencia.

La niña era más hermosa de lo que pensaba. Tenía el pelo de un tono rojizo precioso y sus ojos grises eran hipnotizantes. Su piel era tan blanca que ofrecía una imagen de pureza. Me maldije por tener que prestarsele impoluta a mi joven sicario, pero tenía que hacerle espabilar, o de lo contrario, se me achicaría en cualquier momento …

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